"En el año 2090, cuand se haya estabilizado el crecimiento de población en once mil millones de habitantes, estamos en condiciones de decir que se habrán triplicado las reservas actuales de alimentos", señaló Varela.

Por el contrario, el economista Juan Velarde se mostró pesimista con esta hipótesis ya que, según dijo, el hambre en el mundo es más un problema político que nutricional y es imposible mejorar la situación de los países pobres porque no tienen suficientes infraestructuras económicas.

"Si no se les da esto países una capacidad adquisitiva y tecnológica seguirán siendo pobres y no servirá de nada que les den limosnas", añadió Velarde.

El economista se refirió a la actual distribución de papeles en el mundo, que "no se puede cambiar con porcentajitos de renta, y el problema no se resolverá de forma instantánea, sino dentro de muchos años".

Por su parte, Varela aseguró que no se puede confundir la pobreza con el hambre, y puso el ejemplo de Nigeria, país que cuando descubrió petróleo no mejoró la alientación de sus habitantes.

Por su parte, el sociólogo Amando de MIguel aseguró que la solución no es que los países ricos den a los pobres, y advirtió que la única posibilidad de mejora del equilibrio mundial estaría en que los países desarrollados se empobrecieran un poco más en beneficio de los del Tercer MUndo, "lo cual sería un acto de auténtica generosidad".

De Miguel se refirió a la situación de España que, según él, ha pasado en dos o tres generaciones de la hambruna general a ser uno de os ocho países mejor alimentados del mundo.