A pesar de la subida, las tarifas de los autobuses municipales de la capital aragonesa seguirán siendo las más bajas de las grandes ciudades españolas, al asar de 30 a 45 pesetas.

Unicamente la presión de Izquierda Unida, cuyos votos necesita el Grupo Socialista para alcanzar la mayoría en la corporación, impide que el precio se eleve hasta 50 pesetas, que era el proyecto del PSOE.

Pese al incremento, el Ayuntamiento tendrá que destinar este año 1.800 millones de pesetas a subsidiar a la empresa concesionaria del transporte público en la ciudad. Los jubilados tienen transporte gratuito y seguirá habiendo una tarifa reducida para los que compren un onobús de 10 viajes, que costará 340 pesetas.

El precio del autobús ha sido tradicionalmente una cuestión muy debatida en Zaragoza, ya que la oposición acusa al Gobierno municipal de modificarlo con fines electorales.

En 1990, año anterior a las elecciones municipales, el Ayuntamiento aumentó en gran medida la subvención al transporte público y redujo el precio del billete de 45 a 30 pesetas, con la finalidad de estimular a los zaragozanos a utilizar menos el vehículo privado en una ciudad congesionada por gran número de obras.

La reducción de precios obtuvo el objetivo buscado, ya que el número de viajeros experimentó un aumento de 74 a 85 millones de billetes al año. Pero al mismo tiempo, se disparó el coste de la subvención municipal.

La compañía adjudicataria del transporte presta un servicio muy eficiente, con autobuses modernos dotados de aire acondicionado y asientos mullidos. Si el Ayuntamiento no subvencionara nada el billete, éste tendría que costar 65 pesetas, lo que sigue siedo un precio más competitivo que el de las grandes ciudades españolas, donde los precios rondan las 100 pesetas.