"En verano gastamos mucho sin necesidad, en viajes, vacaciones, refrescos o aperitivos", señala el prelado, "pero podemos imponernos un poco de sobriedad y dar una contribución significativa para los hermanos de Ruanda: deberíamos dar al menos tanto como gastemos para nuestros propios gustos".

Sebastián, que es también vicepresidente de la Conferencia Episcopal, recuerda la labor que está realizando Cáritas y que hace falta un esfuerzo extraordinario de ayuda y solidaridad para istribuir agua, alimentos, medicinas o ropas, "para ayudar a los que tienen remedio y sostener en brazos a los moribundos".

También hace un llamamiento a las parroquias para que promuevan las aportaciones de sus fieles y ofrezcan un buen donativo de sus fondos "donde los haya", para que Cáritas Diocesana pueda contribuir con Cáritas Española en favor de los refugiados ruandeses.

El arzobispo insiste en que "el dolor compartido nos enriquece personalmente, a la vez que si pensamos en las causas detanto sufrimiento aprenderemos a valorar más la vida cristiana, el amor y el respeto a los demás como norma suprema de convivencia, por encima de razas, lenguas, culturas o religiones".

"El odio y la guerra, los desplazamientos, el abandono y la miseria no son una fatalidad", asegura monseñor Sebastián, "con la ayuda de Dios podemos vencer el mal y el sufrimiento desde dentro de nosotros mismos, con amor, con trabajo, con solicitud de unos por los otros, en definitiva, con amor verdadero".

Por úlimo, hace votos porque los acontecimientos de Ruanda abran los ojos a muchos de nosotros y la asistencia personal a los hermanos que sufren se convierta en un ideal concreto y efectivo para nuestros jóvenes, porque ese es el camino firme de la paz".