Un proyecto de estas características está en marcha en Estados Unidos mediante la colaboración de Moshe Alamaro, un investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y Calpine Corporation, una empresa eléctrica radicada en la localidad californiana de San José, segú publica la revista británica "The Economist".

Alamaro señala que, como la mayoría de las centrales eléctricas están construidas lejos de los cascos urbanos, el terreno circundante puede usarse para construir invernaderos de fruta, verdura y flores, canalizando hacia ellos el aire caliente que expulsa la central.

Además, el dióxido de carbono contenido en el aire expulsado, que es un veneno para el hombre, es un fertilizante para las plantas, al contribuir a su proceso de fotosíntesis junto con e agua y los rayos del sol. No obstante, los invernaderos deberán construirse en plantas eléctricas que usen gas porque las partículas de azufre que desprenden las alimentadas con carbón o petróleo sí son nocivas para las plantas.

De momento, la eléctrica Calpine construirá un invernadero piloto junto a una de sus centrales de gas, para poner a prueba la idea. El aire caliente que expulsa la central, que está a 120 grados centígrados, será mezclado con aire normal para rebajar su temperatura a los 20 gados, la preferida por los tomates.