Este estudio, realizado sobre una muestra de 1.600 personas, también revela que un 60% de los consumidores preferiría que dichas etiquetas "sólo contuvieran información útil", y que el 54,9% considera necesario "que tengan la letra más grande".

Esta etiqueta es, según esta organización, el principal proveedor de información sobre nutrición para los consumidores; de ahí la importancia de que sea comprensible.

Sin embargo, el 64,1% de los entrevistados reconoce queno entiende la práctica totalidad de la información que aparece en el etiquetado de los alimentos. Además, el 52,8% considera que las frases relativas a sus propiedades saludables son las más complicadas de entender.

Además, según esta encuesta, un alto porcentaje de consumidores no reconoce los componentes perjudiciales al leer la etiqueta. Por ejemplo, el 43,2% no entiende qué quiere decir la expresión "grasas parcialmente hidrogenadas" y, por lo tanto, no sabe que, detrás de ese nombre, se esconden las temidas "grasas trans".

El 63,1% considera, erróneamente, que las "grasas vegetales" son "siempre" mejores que las grasas animales. Con esta respuesta, los encuestados pasan por alto que tras el término de "aceites vegetales" o "grasas vegetales" empleados en la elaboración de numerosos productos, se pueden esconder los aceites de coco o de palma, ricos en ácidos grasos saturados.

La sal tampoco se identifica completamente, pues, al preguntar qué productos debería sacar de la dieta una persona hipertensa, se señalan preferentemente las patatas chips, los embutidos y las aceitunas. Pero menos de la mitad repara en el contenido en sal o en sodio de las conservas de pescado o las bebidas isotónicas (sólo el 26% las considera inadecuadas)

Por todo ello, Ceaccu propone que sea obligatorio identificar en el etiquetado de los alimentos las grasas trans, la cantidad de grasas saturadas, azúcar y sal que contienen y "que las grasas vegetales salgan del anonimato, identificando su composición real".