Así consta en la declaración de la Cumbre en España por la Paz Religiosa en Oriente Medio que comenzó ayer en la Casa del Mediterráneo de Alicante y que clausuró hoy en Madrid el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, Alfonso Dastis.

En este cónclave se han reunido por primera vez los más altos dignatarios cristianos, judíos y musulmanes de Israel y Palestina para dialogar en apoyo de la paz y la reconciliación. De hecho, se comprometieron a crear un comité permanente que trabajará para aplicar los principios del documento.

De este modo, los líderes religiosos subrayaron que son responsables de “su destino común”, indicaron que las tres religiones tienen la obligación de lograr el “establecimiento de una convivencia pacífica” y dejaron claro que tienen la misión de fomentar un “vida de respeto mutuo basada en la justicia y la seguridad, en el espíritu de la palabra de Dios, tal como nos fue transmitida por Sus profetas”.

Después de reconocer “la santidad” de la tierra donde se asientan las tres religiones, rechazaron la violencia que se ejerce, “supuestamente en nombre de Dios”, conducta que calificaron como una “profanación de Su nombre, un crimen contra aquellos creados a Su imagen, y un envilecimiento de la fe”.

Por ello, los líderes aseveraron que los “únicos medios adecuados” para resolver los conflictos y el desacuerdo son “la negociación y la deliberación”.

A su vez, instaron “ardientemente” al “cese de la incitación, de la tergiversación y la distorsión de la imagen del otro y del vecino”, lo que les sirvió para mostrar su compromiso a educar a las generaciones venideras “en la preservación del respeto mutuo”.

Desde el respeto a sus tradiciones religiosas y a su entendimiento de lo que creen mejor para sus comunidades y pueblos, reclamaron a los líderes políticos de Israel y Palestina que encuentren una solución que reconozca el derecho de ambos pueblos a “existir con dignidad”.

Al mismo tiempo, manifestaron que los líderes religiosos tienen la “especial responsabilidad” de contribuir a la “paz deseada” y reconocieron que, al margen de la labor de los políticos, no están exentos de su “responsabilidad ante Dios” y las comunidades de los creyentes de “impulsar la paz, rogar por ella y esforzarnos incansablemente por su consecución”.

Por último, se comprometieron y obligaron a “trabajar conjuntamente, sin reposo”, para incorporar a otros líderes religiosos a su proyecto y a orientar a las generaciones más jóvenes en este espíritu.