Casanoves, que murió ayer, estuvo exiliado en Londres (Reino Unido) y se afilió muy pronto a Amnistía Internacional al leer el artículo fundacional de la organización ("Los prisioneros olvidados"), publicado en "The Observer" en 1961 por el abogado británico Peter Benenson, fundador de la entidad.

Tras la muerte de Francisco Franco, Casanoves participó el 12 de marzo de 1976 en una reunión en Barcelona para iniciar una campaña contra la tortura en Uruguay.

En una de sus últimas entrevistas públicas, grabada en 2008 con motivo del 30º aniversario de AI en España, Casanoves recordó los orígenes de la organización: "Nos reunimos unos pocos jóvenes por primera vez en Barcelona (...). Había periodistas (...). Después nos fuimos reuniendo periódicamente. Comenzamos a tomar parte asociativamente en campañas contra la tortura en Paraguay, en Uruguay, en China... Fuimos teniendo un poco de voz, pero sin estar legalizados todavía en España".

En 1976 también acudió junto a una delegación española al Congreso Internacional de Amnistía Internacional que se celebró en Estrasburgo (Francia), en la sede parlamentaria del Consejo de Europa.

La delegación fue recibida con un gran aplauso, ya que provenía de un país por el que los miembros de Amnistía Internacional habían trabajado durante años.

El 15 de julio de 1978 se celebró en Barcelona la primera Asamblea Constituyente de la sección española de Amnistía Internacional, en la que Casanoves se convirtió en el primer presidente de la organización.

Aquel pequeño grupo de activistas que impulsó Casanoves se ha convertido actualmente en una organización con más de 58.000 socios, más de 1.800 activistas que participan en más de 100 grupos de voluntariado y que moviliza a millones de personas para defender los derechos humanos en todo el mundo.

Casanoves definió de la siguiente manera a la organización que contribuyó a fundar en 1978: "Yo creo que Amnistía es la voz de la conciencia".