Según informó la Asociación El Defensor del Paciente, los hechos se remontan al 30 de agosto de 2006, cuando la joven ingresó en el Servicio de Urgencias de ese hospital aquejada de un dolor torácico al nivel de los hombros y el costado izquierdo, sin fiebre y con tos irritativa, molestia que aumentaba con los movimientos y la tos.

Tras realizarle varias pruebas sin hallar nada anormal, se consideró la posibilidad de que padeciera un tromboembolismo pulmonar, por lo que se solicitó un TAC helicoidal, pero tuvo que ser suspendido porque la paciente se asfixiaba al tener los brazos en la nuca.

La joven recibió el alta en la madrugada del 31 de agosto de 2006 con diagnóstico de dolor osteomuscular con contractura muscular y ansiedad.

El dictamen del Servicio de Aseguramiento y Riesgos encargado por el propio SAS establece que en la asistencia recibida ese día por la paciente se echa en falta la realización de una gasometría arterial y de una ganmagrafía pulmonar, pruebas indicadas en caso de dolor torácico y disnea. En concreto, la última es la prueba diagnóstica de elección ante la sospecha de un posible embolismo pulmonar.

El SAS concluye que puede establecerse la existencia de una relación de causalidad entre el fallecimiento de la joven y la falta de realización de pruebas diagnósticas.