Delibes. Alrededor de 20.000 personas se acercaron a la capilla ardiente de Miguel Delibes
- Miles de ciudadanos se funden en un cálido aplauso en la Plaza Mayor para despedir a Delibes y mostrar su cariño a la familia
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Alrededor de 20.000 personas se acercaron a la capilla ardiente del escritor Miguel Delibes para dar su último adiós al “cazador amigo de la naturaleza”, durante la jornada de ayer y en la hora larga que hoy permaneció abierta al público.
Las coronas siguieron llegando al salón de recepciones de la Casa Consistorial que cerró sus puertas pasadas las 11.30 horas, para permitir dar el último adiós a Miguel Delibes, que falleció ayer, 12 de marzo, a los 89 años de edad.
Junto a las grandes coronas procedentes desde infinidad de rincones – desde la Casa Real al Real Madrid, consejerías de la Junta de Castilla y León, del presidente nacional del PP, colectivos culturales, sociales y de caza-, se dejaban ver otras más sencillas, como un haz de espigas junto al que rezaba: “Gracias en nombre de la gente del campo”, y otras que hacían un guiño al escritor: “Y volará al cielo, con una bandada de milanos y allí el Zarías le tendrá reservado un lugar preferente, seguro, seguro”.
Aunque la mayor parte de los últimos que quisieron despedirse del novelista fueron rostros anónimos, familiares y amigos, también se dejaron ver algunas caras conocidas, como la de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, quien, acompañada por la ministra de la ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, expresó, en nombre del Gobierno y de “muchos ciudadanos” españoles las condolencias, afecto y solidaridad a la familia de Miguel Delibes.
De la Vega fue una de las últimas personas en visitar la capilla ardiente del escritor, donde desde primera hora se congregaron los hijos, nietos y familiares, junto a la corporación municipal y representantes de las administraciones locales, regionales y del Estado.
CIERRE DE LA CAPILLA ARDIENTE
Pasadas las 11.30 horas, se cerraron las puertas del salón de recepciones de la Casa Consistorial, para dejar unos minutos de intimidad a la familia.
Acto seguido, los nietos del escritor volvieron a portar el cuerpo a hombros del novelista, como ya lo hicieran ayer, hasta la plaza Mayor, donde esperaba el coche fúnebre y miles de ciudadanos que a pie de calle y subidos sobre las gradas preparadas para la Semana Santa se unieron en un sonoro y cálido aplauso de despedida.
“Adiós maestro”, gritó uno, y ya en silencio sus nietos, visiblemente emocionados por la muestras de cariño, se fundieron en un abrazo en nombre de su abuelo, al que no le gustaban las multitudes pero al que, seguro, hoy le hubiera gustado comprobar el respeto de una ciudad que le quiere y a la que ahora le queda recordarle a través de sus obras.
(SERVIMEDIA)
13 Mar 2010
MAG/lmb