Las lluvias escasas aumentan la liberación de CO2 a la atmósfera en los ecosistemas semiáridos

MADRID
SERVIMEDIA

La ausencia prolongada de lluvias en los ecosistemas áridos y semiáridos, sobre todo en verano, provoca que se paralice la fotosíntesis de las plantas, con lo que éstas dejan de absorber dióxido de carbono (CO2), y, en cambio, activa las emisiones de este gas en los microorganismos del suelo, según un estudio internacional liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Los ecosistemas terrestres tienen la capacidad potencial de mitigar el efecto invernadero. En general, las plantas pueden absorber mediante la fotosíntesis el CO2, que es el gas efecto invernadero más abundante en la atmósfera. Tradicionalmente se ha creído que las plantas de los climas áridos son capaces de aprovechar cualquier cantidad de agua, por pequeña que sea, y reactivar así la fotosíntesis, según informó este viernes el CSIC.

Sin embargo, el estudio, publicado en la revista ‘Journal of Geophysical Research: Biogeosciences’, muestra que las precipitaciones ocasionales del verano deben ser intensas (superiores a los 20 milímetros) para que la fotosíntesis se reactive y el ecosistema pueda absorber CO2 de forma significativa. Si estas lluvias son inferiores, únicamente se reactiva la función de los microorganismos del suelo, que, a través de la degradación de la materia orgánica, emiten dióxido de carbono a la atmósfera.

“En el trabajo, efectuado en los espartales del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar, se han estudiado todos estos procesos biológicos con el objetivo de ver cómo responden a los llamados pulsos de lluvia, que son eventos aislados de precipitación tras un periodo de sequía relativamente prolongado”, explica la investigadora del CSIC Ana López Ballesteros, de la Estación Experimental de Zonas Áridas (Almería).

López Ballesteros indica que ecosistemas como estos espartales son capaces de responder de manera inmediata a eventos de precipitación aislados. “Los resultados de nuestro estudio demuestran que, durante la época estival, sólo los pulsos de lluvia de gran magnitud son capaces de provocar la absorción neta de CO2. Sin embargo, la mayoría de pulsos de lluvia son de pequeña magnitud, lo que conlleva una emisión neta de CO2 a la atmósfera, ya que son los microorganismos del suelo los únicos seres vivos capaces de reactivarse tras el período de sequía”, añade.

Por último, López Ballesteros resalta que las conclusiones del estudio manifiestan “la vulnerabilidad de este tipo de ecosistemas, cuyo funcionamiento está supeditado a la disponibilidad de agua”.

(SERVIMEDIA)
29 Ene 2016
MGR/ahp