Se cumplen 160 años del nacimiento del introductor de la huella dactilar en España
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En 2015 se han cumplido 160 años del nacimiento de Federico Olóriz, quien en 1909 introdujo en España el sistema de identificación dactilar, que permite distinguir una huella entre miles.
Los criterios de identificación establecidos por este reconocido catedrático de Anatomía Patológica e impulsor de la Antropología, que residió la mayor parte de su vida entre las céntricas calles madrileñas de Amor de Dios y Atocha, han sido mantenidos intactos por la Policía científica durante décadas.
Existen cuatro partes del cuerpo que no se repiten en ningún otro ser humano: el ADN, el iris, la oreja y la huella dactilar. Ésta es el dibujo capilar de los dedos de la mano, formado por crestas capilares, que son las zonas de alto relieve de la piel. Tienen una función adherente, sirven para agarrar y para que los objetos no se resbalen, y desde principios del siglo XX cumplen una utilidad identificativa porque su dibujo es único en cada persona y en cada uno de los dedos.
“Como antropólogo y antropómetra, Olóriz iba a las cárceles madrileñas para medir a los presos. Allí nace su interés por la identificación. Pronto se le encomienda el Laboratorio de Antropometría de la cárcel Modelo, donde aplicaba el método Bertillon para fichar a los delincuentes y que se basaba sólo en la fisonomía del malhechor y unas medidas físicas. Cuando fue nombrado jefe del Servicio de Identificación judicial, busca un sistema mejor y se afana en las huellas dactilares”, señala Miguel Guirao, presidente de la Comisión del Año Olóriz y profesor titular de Anatomía y Embriología de la Facultad de Medicina de Granada.
El antropólogo granadino había estudiado 3.000 dactilogramas cuando descubrió que el investigador argentino Juan Vucetich ya había desarrollado un método. Así que lo examinó, analizó otras 100.000 huellas dactilares con dicho modelo y lo redefinió de manera más sencilla, estableciendo así el llamado Sistema de Identificación Dactiloscópico español, o sistema Vucetich-Olóriz, que se basa en la forma, el número y la disposición de un dibujo en la huella dactilar. Aunque el método de Olóriz ya no se utiliza, se sigue enseñando en las escuelas porque es la mejor forma de aprender el dibujo capilar.
“Con el sistema de clasificación de Olóriz se ha trabajado en España desde 1911 a 1982, cuando se introduce el Sistema Automático de Identificación Dactiloscópico (SAID), un sistema complejo, matemático e informatizado que no identifica, sino que automatiza la introducción de imágenes en el sistema (las huellas) y la oferta de candidatos”, explica Fernando Corrales, inspector jefe y profesor de la Policía científica de la Escuela nacional de Policía de Ávila.
El siguiente paso para reconocer la huella digital es la identificación dactilar. “El especialista de la Policía científica comprueba candidato a candidato si hay identidad; es decir, si la huella corresponde a esa persona, y compara el dibujo de sus huellas con el que ya tiene el sistema. Para realizar esta labor se basa en los puntos característicos, formas específicas que aparecen en las crestas del dibujo capilar, como pueden ser bifurcaciones. Y también los definió Olóriz”, añade Corrales.
UNA AMISTAD SINCERA
Federico Olóriz nació en Granada en 1855. Estudió Medicina y, al terminar la carrera, en 1875, continuó en la Facultad como profesor ayudante, primero en la cátedra de Higiene y posteriormente en la de Anatomía Descriptiva. En 1880 publicó en la prensa médica de Granada unos trabajos sobre técnica anatómica, que más tarde desarrollaría en su Manual de Técnica Anatómica. Este libro, basado en apuntes inéditos de Rafael Martínez Molina, en unos cuadernos también inéditos de Aureliano Maestre de San Juan y en observaciones propias realizadas entre 1872 y 1882, se publicó en Madrid en 1890 y sirvió de manual a varias generaciones de estudiantes de Medicina.
El azar quiso que Olóriz y Ramón y Cajal se conocieran en 1880 en Madrid, en una oposición para cubrir una cátedra de Anatomía Humana. Ambos la suspendieron, pero sus discursos y su conversación a la salida del examen no tienen desperdicio, según refrenda la serie televisiva Ramón y Cajal, emitida por TVE.
Cajal lo recordará años más tarde: “Sólo había un contrincante que contrarrestaba y soslayaba habilidosamente mis asaltos, por la superioridad de su formación anatómica. (...) La desgracia en el resultado de aquella noble contienda inspiró la recíproca simpatía que habría de convertirse pronto en amistad sincera”.
Cuando se convocaron de nuevo plazas a esta cátedra en 1883, una para Madrid y otra para Valencia, Cajal no se presentó a la madrileña porque pensó que Olóriz era mejor que él en Anatomía. Los dos hombres volverían a coincidir cuando el Nobel de Medicina se presentara a otra oposición por la cátedra de Histología en Madrid: Olóriz formaba parte del tribunal y, por supuesto, le votó. Después veranearán en viviendas contiguas en Miraflores de la Sierra y las familias de ambos serían una sola, según revela Cajal en sus memorias.
En 1883 Olóriz obtuvo por oposición la cátedra de Anatomía Descriptiva de la Facultad de Medicina de Madrid y se instaló con su familia en la calle del Amor de Dios, número 13-15, para posteriormente residir en la de Atocha, 96. Publicó el Manual de Técnica Anatómica y colaboró en la segunda edición del Nuevo Compendio de Anatomía Descriptiva, de Julián Calleja, al que añadió la parte de embriología. Su participación en esta obra motivó ciertas tensiones con Calleja, quien, según se desprende de la correspondencia de Olóriz con Benito Hernando, pretendía figurar como único autor.
Obtuvo el premio Pedro María Rubio de la Real Academia Nacional de Medicina, entidad en la que ingresó en 1896 con el discurso 'La talla humana en España', donde concluyó que la altura media de los españoles era de 1,64. Él estaba por debajo de esa media, pues medía 1,60.
PASIÓN POR LOS CRÁNEOS
Al mismo tiempo, el granadino fue profesor de la Escuela de Policía y director del Museo Antropológico de la Facultad de Medicina de Madrid, donde reunió más de dos mil cráneos recogidos durante catorce años, logrando una colección comparable a las del antropólogo francés Pierre Paul Broca y el neumólogo alemán Carl Ernst Ranke, que constituían una excelente fuente de investigaciones antropológicas.
“Recogía los datos en una ficha antropológica y señalaba los cráneos con tinta. Gracias a eso, hoy se mantienen datos fundamentales como el sexo, la edad o el lugar de procedencia”, apunta Enrique Dorado, especialista del Laboratorio de Antropología Forense del Instituto Anatómico Forense, de Madrid.
A pesar del tiempo transcurrido y del traslado de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense desde el centro de Madrid a su ubicación actual, hoy se conservan allí, en el Departamento de Anatomía y Embriología Humana, 1.200 cráneos que siguen siendo investigados. Hay otra pequeña parte en la Escuela de Medicina Legal.
El cargo de director del museo, junto con la incorporación del evolucionismo a sus conocimientos anatómicos, le llevaron a dedicarse de pleno a los estudios antropológicos a partir de 1890, pese a lo poco propicio del ambiente en que trabajaba para ese tipo de actividad, como se trasluce en su correspondencia con Ranke. Fundó el Laboratorio Antropológico e impulsó los estudios antropológicos y dactiloscópicos en España.
Algunos expertos consideran a Federico Olóriz precursor de la Antropología Social como una ciencia, por la riqueza de datos que aporta en sus investigaciones. Así, para determinar las diferencias antropológicas entre la población española (en esa época había un gran interés por la raza y la diferencia entre los distintos pueblos), el anatomista granadino calculó el índice cefálico, una medida que relaciona la longitud craneal con la anchura.
Fue una tarea ingente, durante la cual midió casi 8.400 cráneos de varones y por la que fue galardonado con el Premio Godard de la Academia de Medicina de París. La información recogida en su célebre Expedición a La Alpujarra, así como la de Estadística de fecundidad de Miraflores de la Sierra, inédita hasta ahora, corrobora esta faceta del anatomista.
(SERVIMEDIA)
08 Dic 2015
JCV/gja