Lo dijo durante la presentación en Madrid del libro ‘Atraco a la memoria’, del que es autor junto a Juan Andrade. “Malditas siglas que impiden que haya unidad”, proclamó, convencido de que las siglas son solo una herramienta y “deben ceder” en beneficio de algo más importante.

Confirmó que no hará campaña electoral, cumpliendo lo que decidió cuando dejó la dirección de la coalición, ahora además porque quiere ser “utilizado” por unos y otros, pero aseguró que hablará el día después de las elecciones. Solo dijo, preguntado por esa unidad frustrada, que ha asistido “con dolor” al proceso de no haber podido cuajar “algo mucho más fuerte”.

Anguita se mostró partidario, por ejemplo, de “hablar menos” de la Segunda República y preparar el contenido de la Tercera, y alertó de que el comunismo como filosofía está vivo pero las organizaciones que lo defienden, como todas las demás, tienen que cambiar su lenguaje, su concepto de movilización.

Alertó de que los españoles han sido víctimas de tres “abducciones”: la primera la de una transición que aparentó ser perfecta pero que se limitó a transmitir un concepto de democracia fiel a los deseos de la oligarquía franquista que “pasó a la otra orilla”. La segunda, la de un “europeísmo barato” que se limitó a una unión monetaria y económica, y la tercera la del “economicismo” en el que todo se mide por el PIB al margen de si la gente come o no, trabaja o no, tiene vivienda o no.

Aseguró que los herederos de la Ilustración y del pensamiento liberador y laico “hemos perdido la guerra” en favor de quienes ponen medallas a una virgen, con lo que se ha retrocedido “a antes de la Revolución Francesa”. Para volver a plantear la batalla, dijo, hay que definir al enemigo, y en su opinión son la Unión Europea, el euro y la deuda.

Apostó por hacer un discurso “profético” alertando a los ciudadanos de las dificultades de los objetivos pero luchando por ello, y alertó de que si no se consigue lo conseguirá un neofascismo, movimiento de masas, que habla de patria y de dignidad. A modo de ejemplo de la verosimilitud de su afirmación se refirió al discurso de un dirigente actual que comparte un apellido con José Antonio Primo de Rivera.