Según informó Defensa, tras dos meses destacados en la base italiana de Sigonella la tripulación ha realizado un total de 22 misiones equivalentes a 151 horas de vuelo sobre las aguas internacionales cercanas a las costas de Libia.

Siguiendo la tradición, una vez tomó tierra el avión fue recibido por los mecánicos de línea disfrazados, en esta ocasión, de romanos.

Las autoridades comunitarias diseñaron esta misión en tres fases: la primera se lleva a cabo en aguas internacionales y supone el apoyo a la detección y seguimiento de las redes de migración, a través de la recopilación de información y las patrullas en alta mar y aéreas.

Sobre esta cuestión, los Estados pueden interceptar, si lo autoriza el Estado de abanderamiento, los buques sospechosos de tráfico ilícito de migrantes y así, adoptar las medidas adecuadas con respecto a estos buques, las personas y la carga que transportan.

La segunda fase, a la espera de la Resolución del Consejo de Naciones Unidas, se subdividirá en dos etapas: primera, orientada al abordaje, registro, incautación y desvío en alta mar, y segunda a abordar, registrar, incautar y desviar en alta mar, mar territorial o aguas interiores.

La tercera, necesitaría asimismo de una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o el consentimiento del Estado ribereño. Esta fase consistiría en adoptar todas las medidas necesarias contra cualquier embarcación sospechosa, en las condiciones establecidas en dicha resolución o con el consentimiento del Estado ribereño en su territorio.

La duración de la misión será de un año desde que alcance su capacidad operativa plena y tendrá un coste estimado de 15,3 millones de euros.