Editado por Círculo Rojo, el libro es una crónica de la experiencia marcada por la violencia machista que sufrió la propia autora y que ahora narra abiertamente. De joven conoció el mundo del narcoterrorismo y la subversión, lo que la puso en diferentes situaciones de peligro.

Más tarde conoció a su marido y padre de sus hijos, con quien durante 16 años mantuvo una tortuosa relación, nunca aprobada por sus progenitores, con constantes agresiones físicas y psicológicas. Según cuenta ella misma, fue un “hostigamiento y persecución” que la llevaron a viajar a España.

Eva viajó sola, sin sus hijos, y trabajó en lugares tan variopintos como un pub, un almacén, una línea online en la capital, una empresa de El Ejido (Almería). Fue testigo de diferentes atropellos y abusos a sus compañeros de parte de sus encargados, a los que llegó a enfrentarse para ayudar a los más desfavorecidos.

Ahora, convencida de que “es posible salir del fango”, ha escrito el libro ‘La madre del presidente’ para dar testimonio y animar a muchas personas que puedan sentirse en un trance parecido.

“Aunque conviví durante 16 años con un hombre que se drogaba y bebía, al punto de llegar amenazarme constantemente con armas blancas y propinándome de golpes al ser rechazado por la lascivia enfermiza a consecuencia de su ebriedad, me llené de valor y con el apoyo de mis padres pude dar por terminada una relación de tortura y volver a sentirme libre", dijo.

Para Eva, la clave está en “hacerlo con la ayuda de uno mismo, valorándose en lo posible” y con el apoyo de “personas que son dignas de confiar, porque no todos tienen la misma perspectiva de sacar provecho de uno, eso va en la personalidad de cada ser humano”.

A su juicio, “con el tiempo y la constancia podemos limar asperezas en nuestro carácter, alcanzar nuestras metas personales y lograr de ese modo tener un objetivo positivo para crecer como personas y ayudar al prójimo” a salir de circunstancias desgraciadas.

"Lo más importante es dejar el pasado y no llevar como carga el resentimiento, ni odio, lo mejor es perdonar", añadió. “Toda persona tiene los mismos derechos ante Dios y la sociedad, y nada ni nadie se merece ser humillado, vejado por otro, por ser de otra raza o tener diferente color de piel, ojos o tener una profesión o simplemente tener un cargo superior a los demás”.