En declaraciones a Servimedia, Urra recordó que cuando se cambió en 1996 la edad de consumo de alcohol de los 16 a 18 años se realizó como “una medida pedagógica que ahora tiene una segunda parte”.

Planteó el hipotético caso de un niño de 14 años que es sorprendido con una botella de alcohol en varias ocasiones; la primera vez al menor se le requisaría la botella y se abriría un expediente en la policía y la fiscalía sobre el suceso, en una segunda ocasión, si es en un periodo de tiempo inferior a seis meses, se advertiría a los padres, y si llega a ser interceptado por tercera vez se impondría una multa económica a los padres.

Urra consideró necesaria una aplicación íntegra de ley, ya que indicó que “si se pone una ley en la que se dice que no se puede consumir alcohol antes de los 18, se tiene que garantizar que se cumpla, que no se venda y si se encuentra a alguno con alcohol pues se le requisa” y denunció que la mayoría de los padres no quieren responsabilizarse de lo que hacen sus hijos fuera de casa.

Por otra parte, declaró que “el consumo de alcohol de muchos grados en menores causa muchos traumas" y continuó diciendo que “los jóvenes beben para desinhibirse y eso trae consecuencias, creen que controlan pero no es así”.

El experto ha realizado un estudio con 5.500 entrevistas a jóvenes, donde lo más destacado, según sus propias palabras, es que “lo que más callan los jóvenes a sus padres es el alcohol que consumen”. Para Urra, el problema es que “los padres saben que los jóvenes beben pero piensan que sus hijos no”.