El informe analiza en profundidad ambos elementos y los cambios que sufren por la diversidad de emisores y canales, y por los nuevos modelos económicos y políticos. “El consumo de información ha dejado atrás la prensa, la radio y la televisión como únicas formas de recibir información general y sobre las cuestiones ambientales”, afirma.

En relación con el aumento de emisores de información sobre medio ambiente en redes sociales, el trabajo indica que “revela una creciente preocupación por los contenidos ambientales” y, apunta, “muestra un cambio importante en la forma que tiene el público de percibirlos y también de difundirlos”, afirmando que estas cuestiones deben ser "vinculadas a sus efectos en la vida cotidiana, traducirlos a eventos concretos y tangibles, como una llamada a la acción".

El informe destaca la “necesidad de llevar el medio ambiente a la cotidianidad”, pone en valor las emociones y sensaciones “por saber los retos a los que nos enfrentamos”, y valora la importancia de los ‘influencers’ en redes sociales, con especial incidencia en el humor o su cercanía al comunicar.

También se refiere a la versatilidad de formatos en la información sobre medio ambiente. Así, las estructuras más jerárquicas y clásicas a la hora de contar la información “han dado paso a múltiples formas de adaptar cada historia a un formato determinado”, lo que, al juicio de las autoras, “muestra una brecha como nunca entre generaciones en la forma de consumir información”.

Por último, aborda el surgimiento de nuevos proyectos periodísticos independientes, que “aportan una mirada crítica necesaria para romper con las inercias de la relación económica entre los grandes medios y los grandes poderes económicos”, y valora la incorporación del mundo de la cultura en la divulgación del medio ambiente como “una gran revelación de cómo las industrias culturales empiezan a incluir y a reconocer las cuestiones ambientales como un elemento más de nuestra cultura”.