Además del dato cuantitativo, el grupo de investigación analizó los efectos de este tipo de violencia sobre la calidad de vida relacionada con la salud de las víctimas. Como parte de los objetivos del estudio, se encuentra el ofrecer una evidencia científica sobre la prevalencia, incidencia y la estabilidad de la victimización entre iguales, según señaló UNIR, que también aseguró que este estudio es el primero mediante el cual se investiga el tipo de “victimización entre iguales” en el tiempo para luego vincular los resultados a la calidad de vida relacionada con la salud.

En este contexto, la investigación refleja que el 8% de los 1.155 adolescentes consultados ha sido víctima constante o “víctima estable” de la violencia ejercida por sus compañeros durante los 13 meses del estudio. Por otro lado, se obtuvo una incidencia acumulada del 25%, lo que se puede traducir en que uno de cada cuatro adolescentes fue nueva víctima de violencia entre iguales y casi la mitad de los participantes, un 48.5%, fue victimizado por sus iguales durante el mismo periodo.

UNIR especificó que el estudio se llevó a cabo en tres momentos diferentes a lo largo de los trece meses mencionados: diciembre de 2017, mayo de 2018 y enero de 2019. Así como también distinguieron que los 1.155 alumnos participantes, de entre 11 y 18 años, pertenecían a distintos centros educativos de Aragón, el Principado de Asturias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana y el País Vasco.

En el estudio se destaca que la violencia verbal es la forma más extendida de victimización, seguida por la violencia social, la violencia física y la violencia psicológica. Por géneros, la violencia física directa es más común entre chicos; mientras la violencia social y verbal son más frecuentes entre chicas.

En este sentido, los participantes victimizados presentaron peor calidad de vida que los no implicados en este problema. Asimismo, quienes padecieron la violencia mantenida en el tiempo presentaron los niveles de calidad de vida más bajos. Sin embargo, no hubo diferencias entre las nuevas víctimas, las que habían dejado de serlo por completo o las intermitentes en relación con la calidad de vida, según agregó el grupo de investigación de UNIR.

Finalmente, el equipo concluyó que el estudio muestra la importancia de la prevención para evitar mayores impactos derivados de la posible “cronificación” de victimización y también de elaborar planes de seguimiento de los adolescentes que dejaron de ser víctimas, debido a que pueden sufrir consecuencias negativas incluso meses después de que la victimización haya cesado.