Solo una de cada ocho agresiones de hijos a padres llega a ser denunciada

- Un congreso analiza en Madrid cómo afrontar este problema

MADRID
SERVIMEDIA

Alrededor de 8.000 denuncias por agresiones de hijos a sus padres llegaron a la fiscalía en 2010, según el ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid y actual director clínico del proyecto RecUrra Ginso de ayuda en conflictos familiares, Javier Urra.

En declaraciones a Servimedia, Urra precisó que se estima que solo una de cada ocho agresiones de hijos a padres llega a ser denunciada, lo que sumado al hecho de que solo se puede llevar ante la Justicia a mayores de 13 años elevaría la cifra de casos de este tipo de forma muy significativa.

“El vínculo afectivo, la sensación de haber fracasado, la sanción social y el miedo hacen que muchos padres no den el paso”, afirmó Urra, quien agregó que bastantes denuncias “vienen de vecinos o médicos”.

De ahí la importancia de este problema, al que expertos nacionales e internacionales en medicina y psicología y representantes de los cuerpos de policía y de la fiscalía intentan buscar solución en el primer Congreso Internacional “Padres e hijos en conflicto”, que se está celebrando esta semana en Madrid.

Bajo la dirección de Javier Urra, el encuentro cuenta con la participación, entre otros expertos, de Arturo Canalda, Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid; Fernando Chacón, decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, y Javier Sádaba, catedrático de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid.

Según Urra, el número de denuncias crece rápidamente (en 2009 fueron 7.000 y el año anterior 6.000), pero ello no tiene por qué implicar un aumento del problema, que “se desarrolla a lo largo de los años, desde que el niño es muy pequeño”.

SOBREPROTECCIÓN Y TIRANÍA

A su juicio, la causa principal es “una sobreprotección por parte de los padres durante los primeros años del niño, al que no se le imponen límites y nunca se le dice que no”.

“La tiranía se aprende”, prosiguió Urra, y si no hay normas, los pequeños interiorizarán que “tienen un esclavo y, de más mayores, serán incapaces de manejar la frustración”.

“Un menor que agrede a sus padres amenaza, insulta, ridiculiza y en último extremo comete actos físicos, generalmente contra la madre”, resaltó este experto en educación.

Sin embargo, siempre mantendrá cierto dominio sobre la situación, prosiguió, pues sus actos se dirigen a intimidar y dominar, “y ellos saben muy bien con quién pueden hacerlo”.

COSA DE RICOS

Según Urra, "este es un problema de naciones ricas, impensable hace 30 años en España”. No ocurre en países pobres ni en familias gitanas, precisó, puesto que la jerarquía y el principio de autoridad está muy claro en estas sociedades.

Las estadísticas demuestran que no hay un perfil claro, pero según Urra se aprecia cierta prevalencia del fenómeno en familias monoparentales o reconstituidas, en casos de divorcio, en hijos de padres mayores y con niños adoptados.

“Hemos detectado también un rápido aumento del fenómeno entre las chicas, que ya representan un tercio de los casos”, declaró Urra, quien alertó de que muchos de los varones repetirán los mismos comportamientos con sus parejas si no se ataja el problema.

Urra quiso dejar claro que aunque este es un problema de educación, “ni mucho menos la responsabilidad recae por completo en los padres”. “La sociedad actual estresa a los pequeños, con una sobrestimulación, un consumismo feroz y una facilidad excesiva para conseguir cualquier cosa que deseen”, lamentó.

Por eso, pidió ayuda a administraciones públicas y entidades privadas para que el proyecto que desde enero desarrolla junto a la Asociación para la Gestión de la Integración social (Ginso) pueda llegar a toda la ciudadanía.

Conocido como RecUrra Ginso, este proyecto ofrece ayuda psicológica a padres y niños y mantiene un campus cerca de Madrid para los casos más graves. Está preparado para albergar a unos 40 chicos con edades entre 14 y 18 años, aunque en consulta se ven casos desde los 4 años, indicó.

Por último, el experto recordó a los padres que “el primer paso es admitir la realidad, y luego acudir al especialista”. Una vez hecho esto se debe actuar en consecuencia, imponer reglas al menor y seguir las terapias.

Según Javier Urra, la denuncia es el último camino. “En nuestro centro el ingreso es voluntario, aunque, desde luego, si nada ha funcionado los padres deben denunciar", manifestó.

(SERVIMEDIA)
23 Sep 2011
AGQ/caa