Según informó la Policía, los delincuentes simulaban ser clientes de los bancos y, mientras unos distraían a los empleados y el director pidiendo ayuda por un cajero estropeado o algo similar, el resto de la banda accedía al interior de la oficina y se apoderaba del efectivo existente. Antes habían seleccionado las sucursales por sus medidas de seguridad, su número de empleados o la afluencia de clientes. Sólo si eran sorprendidos intimidaban a los empleados con armas de fuego.

Por otra parte, seleccionaban a usuarios que habían realizado algún reintegro, los “marcaban” y avisaban a otros integrantes del grupo que, en el exterior de la sucursal, utilizaban nuevas maniobras de distracción para desvalijarles.

Por ejemplo, arrojaban algún billete al suelo y hacían creer a la víctima que se le había caído, impregnaban su ropa con una sustancia desagradable y se ofrecían a limpiarla, o tiraban chinchetas a las ruedas de su coche para pincharlas y, al bajarse, le robaban el efectivo extraído del banco.

Los ocho detenidos vivían en Madrid, pero viajaban en coches alquilados con documentación falsificada a otras localidades de España para cometer los delitos, siempre distintas de aquéllas donde ya habían sido identificados. En concreto, las investigaciones se iniciaron cuando se tuvo conocimiento del hurto de más de 14.000 euros en una entidad bancaria en Cartagena (Murcia), el pasado mes de junio.

Las primeras cinco detenciones se produjeron a principios de agosto, cuando parte del grupo regresaba a Madrid tras un sustraer 1.000 euros a un hombre de 85 años, cliente de una sucursal de Santiago de Compostela. La operación culminó con el arresto de otros tres miembros del grupo, establecidos temporalmente en Villajoyosa (Alicante) tras haber cometido dos delitos en Cartagena y Almería.