En el discurso con el que clausuró el congreso del PSE-EE que le reeligió como secretario general, López aseguró que todavía "hay mucho por hacer" en la erradicación de una cultura política basada en actitudes "clientelares", en el "doctrinarismo más rancio", en los "desafíos permanentes al Estado" y la constante venta de "frustraciones a los ciudadanos".

Él, por su parte, se mostró más inclinado a atender "los problemas reales de la gente", a asimilar sus prioridades a las de los ciudadanos, en lugar de retomar los "enfrentamientos tribales" y los "debates sobre identidades, símbolos y banderas con los que se nos ha aburrido durante tanto tiempo".

El lehendakari se mostró sorprendido de que algunos critiquen su política de "tolerancia cero" con el entorno abertzale cuando algunos informes revelan que el 15% de los jóvenes vascos siguen justificando la violencia, o le reprochen la retirada de fotografías de individuos "cuyo único mérito ha sido asesinar a quienes no pensaban como ellos". Además, se declaró ofendido por que se les acuse de pretender "diluir Euskadi" o de ser unos "españoles con acento vasco".

López se mostró satisfecho de la "velocidad de crucero" que ha adquirido el Gobierno socialista en cuatro meses, en los que a su juicio "se ha avanzado más que en diez años", y afirmó que esta "etapa de renovación y cambio no ha hecho más que empezar". Para los próximos años, apostó por plantear "un gran debate de país", por "hablar de todo con todos", y pidió al PSE que no se limite a hacer "eco acrítico" de lo que haga el Gobierno.