Un joven español cumple su primer año de vuelta al mundo en moto
(REPORTAJE Y FOTOGRAFÍAS DISPONIBLES EN LA WEB DE SERVIMEDIA: http://www.servimedia.es/Noticias/DetalleNoticia.aspx?seccion=23&id=149131)
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La suya es la nada original historia del que tiene un buen trabajo, una casa cómoda y un perro fiel pero no se siente satisfecho y desea imprimir un giro radical a su existencia. La originalidad en la peripecia de Fabián C. Barrio la aporta el hecho de que él sí se atrevió a dar ese paso. Cerró su empresa, alquiló su casa, dejó a su perra dálmata al cuidado de sus abuelos y salió a dar una vuelta. En este caso, una vuelta al mundo durante dos años encima de una motocicleta.
Fabián C. Barrio no es un tipo normal. Para empezar, los tipos normales no dejan atrás su vida cómoda para embarcarse en una aventura incierta de dos años de duración dando la vuelta al mundo a lomos de una moto. Ni bautizan a ésta con el nombre de una tía abuela. Ni ponen en marcha una web para narrar su periplo mediante extensas crónicas escritas con tintes épicos, certeros vídeos de una factura impecable y hermosas fotografías en las que casi se pueden oler los paisajes exóticos que reflejan. Mientras se escriben estas líneas, Fabián recorre feliz las carreteras de Ecuador, el país que se encuentra en la mitad del mundo. Él también se halla en su ecuador particular. Acaba de cumplir el primero de los dos años que se fijó para culminar su objetivo: dar una vuelta por el mundo. Hasta el momento, ha recorrido más de 73.000 kilómetros, 37 países y 19 husos horarios.
Pero antes de llegar aquí, hay que retroceder en el tiempo un año, hasta el 22 de mayo de 2010.
Aquel día, familiares y amigos de Fabián se reunieron en la madrileña Dehesa de la Villa para despedirle. Era la fecha establecida para el inicio de la aventura que el joven trotamundos llevaba meses anunciando en su web.
A través de esta página, estructurada a modo de bitácora, Fabián había ido narrando los motivos y preparativos de su viaje, sus dudas y certezas, las rutas fijadas, las vacunas, los visados, los posibles imprevistos, etc. Un escaparate a través del cual mostraba al mundo que se había propuesto dar un cambio radical a su existencia, y que la cosa iba en serio. La idea era completar una vuelta al mundo a lo largo de dos años, viajando siempre hacia el este, en pos de la primavera. Fabián iría dando las novedades de su personal peregrinación a Ítaca en la web, escribiendo crónicas y colgando fotografías y vídeos editados en su equipo portátil y subidos a la red por medio de cualquier conexión wifi que se pusiera a su alcance.
LOS MIEDOS
Emprender un proyecto de esta envergadura no es desde luego tarea sencilla. Según cuenta Fabián desde algún punto de Latinoamérica, "el origen de todo se remonta a hace unos 13 años, cuando comenzaba a navegar por Internet. Un día recibí uno de esos correos en cadena con un poema bastante ñoño llamado 'Instantes', falsamente atribuido a Borges, en el que el autor, un anciano a punto de morir, se lamentaba de no haber exprimido la vida lo suficiente. Ese poema se ha convertido en una especie de soniquete de fondo en mi vida. De vez en cuando me lo volvía a encontrar y me repetía que no estaba aprovechando mi tiempo lo suficiente. Así que un día decidí que lo mejor que podía hacer era salir a ver mundo. El planeta es un enorme libro, y si no viajas, es como si sólo leyeras las tapas".
El viajero sabía que una aventura como la que se proponía emprender marcaría un antes y un después en su vida, por eso durante el periodo en que se dedicó a preparar el viaje le asaltaron las dudas y los miedos lógicos. Hasta el día de su partida él era un joven acomodado, había fundado una empresa rentable en Internet y vivía plácidamente en Madrid. Pero no era suficiente para él. "Pensaba que un viaje de estas características me cambiaría, pero no sabía muy bien en qué sentido. Todavía hoy lo ignoro", dice Fabián. Y añade: "Laboralmente he tirado todo a la basura, he prescindido de mi empresa, y de todos es sabido que cuando abandonas un tren así es muy difícil volver a subirse a él. Así pues, lo más difícil es saber qué será de mí cuando vuelva, pero es un tema al que tendrá que hacer frente el tipo que retorne dentro de mi cascarón".
Sobre qué fue lo más complicado que le resultó dejar atrás, el joven contesta sin dudar: "Decirle a los seres queridos que te vas es, de lejos, lo más difícil. Siempre se lo toman mal, siempre. Y los comprendo, porque esta es una decisión egoísta. Soy consciente de haber estropeado parte de su vida a algunas personas que no se lo merecían. Apelo a su generosidad y a su comprensión, y espero que sigan ahí cuando vuelva".
LA AVENTURA
Desde que comenzó su periplo en mayo del año pasado, Fabián C. Barrio ha recorrido miles de kilómetros encima de su moto Fefa. El nombre responde a una historia curiosa, como casi todo lo que rodea a este joven peculiar: "Fefa era una tía abuela mía. La pobre mujer había tenido una vida larga y difícil. Cuando era muy joven la poliomielitis la había deformado, y asemejaba un gnomo retorcido, jibosa y más bien poco elegante. Sin embargo, Fefa era noble, trabajadora, y tenía un gran corazón. Había trabajado toda su vida en el campo, dando muestras de una gran resistencia. En su honor, mi moto, que comparte casi todas las características con ella, se llama así".
A lomos de Fefa, Fabián cruzó Europa describiendo un arco muy generoso, para acabar en Turquía. Desde allí atravesó en ferry el mar Negro para entrar en el "infierno ucraniano", como él define a esta ex república soviética. Luego se encaminó al norte, hasta los Urales, llegando por fin a Asia. "Kazajastán, Kyrgyzstan, la hermética China, el durísimo Pakistan, la inolvidable India, la belleza inmaculada de Nepal, y todo el sudeste asiático, tan pintoresco, bullicioso y trepidante. Y Australia, claro, un continente asombroso", rememora el motorista. Desde Australia, cruzó el Pacífico volando hasta Buenos Aires, en Argentina, donde esperó un mes a que llegara su montura, que venía navegando en un carguero malayo. Una vez que Fefa se reunió con su dueño, ambos tomaron camino al Sur, hasta llegar a Ushuaia, en el "fin del mundo", desde donde comenzaron de nuevo a subir, para atravesar Chile, cruzar los Andes, dejar atrás Perú y adentrarse en Ecuador, con la vista puesta en Estados Unidos, donde espera llegar persiguiendo el verano en el hemisferio norte.
COLECCIÓN DE SENSACIONES
En todo este tiempo, Fabián ha acumulado multitud de anécdotas. Los momentos más duros los recuerda en Pakistán: "Había pagado una pequeña fortuna a unos porteadores para que me ayudaran a atravesar la moto por un río desbordado que se había llevado por delante un puente. Aparecieron unos talibanes y reclamaron parte del salario. Aparecieron palos, piedras, garrotes de hierro. Tuve que salir huyendo, y luego curar a tres heridos en la contienda con lo poco que tenía en el botiquín, que obviamente era mucho más de lo que tenían ellos". También en India vivió un episodio desagradable que a punto estuvo de acabar muy mal: "Recorriendo una autopista de dos carriles, surgió de los arbustos de la mediana un mendigo sin piernas, que parecía un monstruo, dando saltos sobre las palmas de las manos. Se tiró a mi moto gritando como un loco, intentando que lo atropellara para cobrar una indemnización. Logró echarme al arcén. Lo que hace la desesperación", afirma el motorista.
Sin embargo, son los momentos bonitos los más que en mayor cantidad almacena en su memoria: "Historias hermosas ha habido a montones. Yo sostengo que la mayoría de la gente es inmensamente bondadosa, y me lo demuestran día a día en este viaje. Pero además, la Tierra es un lugar extraordinario. El momento más emocionante fue seguramente cuando crucé la frontera entre China y Pakistán. En China se respiraba una extraña tensión en el ambiente que hacía que el país fuera poco acogedor. Al cruzar la frontera con Pakistán, divisé a unos pobres hombres intentando reparar con sus propias manos la carretera, que había quedado destrozada por los desprendimientos y las inundaciones. Vivían en chabolas al pie del camino y vestían con harapos. Sus caras estaban cubiertas de polvo. Subsistían como podían agarrados a la montaña como lapas. Y se pusieron todos de pie al verme pasar gritando como locos 'Welcome to Pakistan, Sir!'. Todavía hoy se me pone la carne de gallina al recordar las lágrimas que me saltaron a los ojos al sentirme así de acogido por gente que no tenía nada más que las piedras, el polvo y el viento".
UN VIAJE QUE YA NO EXISTE
A Fabián aún le queda un año de viaje hasta culminar la meta que se había fijado. Cruzará Norteamérica para volver a bajar al subcontinente sudamericano y desde allí dará el salto en avión a África, que recorrerá de sur a norte. Sin embargo, el joven admite que la ruta que durante meses planificó meticulosamente ya ha dejado de existir: "El viaje que me había fijado ya no está ahí, esto se ha convertido en otra cosa. En algo más profundo e intenso. Ya no se trata de viajar, sino de reinventarse, descubrir, reconvertirse. La experiencia interior está resultando fascinante, no sé muy bien si llegará a acabarse nunca", afirma.
Sobre si es más feliz ahora que antes de emprender el viaje, Fabián declara que "si no soy más feliz al menos sí puedo jactarme de conocer más en profundidad los procesos que te llevan a sentirte feliz. También puedo decir que he vivido mucho más en este año que en los últimos diez. Quizá la felicidad sea experimentar, vivir, sentir. Si es así, me siento muy afortunado".
Este joven inquieto también asegura que ya no es el mismo que partió de Madrid aquel 22 de mayo de 2010. "Por supuesto que he cambiado", dice. "Al observar la precariedad de las vidas de muchas personas me he vuelto muy austero. Sé que suena a discurso demagógico, pero realmente me siento alejado de la sociedad de consumo y obsolescencia programada gracias a esta experiencia. De veras que no hace falta apenas nada para vivir. Mucha gente vive sólo con un triciclo, es todo lo que tiene para comer, dormir, pasar interminables horas y ganarse el sustento. Son humanos como tú y como yo, con los mismos deseos y los mismos problemas, las mismas tentaciones, y al final del día duermen igual que tú y que yo, aunque no hayan sido tentados con perfumes de moda y gafas de sol polarizadas. También me he vuelto muchísimo más paciente, los días ya no significan nada para mí. Y además me he convertido en un ser mucho más emocional: un viaje así te proporciona momentos inolvidables de explosiones y altibajos en el espíritu, a veces sin motivo. Es un viaje también al interior de mí".
A estas horas, Fabián avanza hacia Estados Unidos huyendo del invierno en el sur. Bajo el casco, en ese viaje interior al que el joven trotamundos se refiere, seguramente irán resonando en su mente los primeros versos de aquel poema falsamente atribuido a Borges que leyó hace 13 años y que hizo que al fin, un buen día saliera a dar una vuelta: "Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más".
Buen viaje hacia donde quiera que vayas, Fabián.
(SERVIMEDIA)
17 Jun 2011
CDL/gja