Los hechos ocurrieron en la mañana del 2 de septiembre de 1990 en el recinto penitenciario, cuando los reclusos salían de escuchar misa.

El tribunal considera probado que el acusado, que se encontraba en prisión por delitos de robo, desacato y utilización de vehículos de motor, decidió matar a Antonio Embid, que había declarado en su contra en un juicio, al aprecibirse de su presencia mientras estaban en la iglesia.

Al acabar el servicio religioso, el procesado se dirigió al campo de fútbol, donde sabía que había enterrada una navaja cn una hoja de 7 centímetros de longitud.

A continuación se dirigió hacia Antonio Embid, que estaba acompañado por otros reclusos, y sin mediar palabra le asestó cuatro puñaladas y le causó heridas en el tórax, que le produjeron la muerte.

Los hechos fueron presenciados por varios internos, de los que sólo dos prestaron declaración sumarial, ratificando que fue Sánchez de la Morena el autor de la agresión. Uno de ellos falleció al poco tiempo y el segundo, que cumplió ya la condena, no acudió al jicio oral.

El propio Sánchez de la Morena reconoció tres veces durante el proceso sumarial la autoría de los hechos, aunque en la vista oral se negó a contestar al Ministerio Fiscal. Sin embargo, reconoció como suya la firma que figuraba al pie de esas declaraciones.

Asimismo, la sala da crédito a los testimonios de dos funcionarios de la prisión a los que el procesado confesó haber cometido el crimen y les dijo donde había arrojado el arma, que fue encontrada en el lugar que indicó, poco despuésdel suceso.

El tribunal estima que los hechos constituyen un delito de homicidio, en contra de la petición efectuada por el fiscal, que pidió 28 años de reclusión por asesinato.