Soledad
Los fallecidos por coronavirus nunca reclamados descansan con flores en Carabanchel
- “Son pacientes que ingresan solos y, cuando les preguntas por un contacto de emergencia, no te saben decir a nadie”, relata una enfermera
- A las casi 60 personas que murieron en soledad se les ha concedido el entierro social
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Más de diez mil personas han fallecido por coronavirus en la Comunidad de Madrid desde que comenzó la pandemia, de las que sesenta no sólo murieron solas, sino que convivieron con la soledad en la última etapa de sus vidas y nadie reclamó nunca sus cuerpos. Hoy descansan en los pabellones de caridad del Cementerio Sur-Carabanchel tras concederles el entierro social.
Las secciones 22-B y 22-D están en la zona suroeste del cementerio de Carabanchel, alejadas de las tumbas engalanadas con cuidados ornamentos. Son los pabellones más antiguos, los llamados “de caridad” y donde, desde el mes de julio, reposan los cuerpos de quienes nunca fueron reclamados por nadie.
Según datos de la Comunidad de Madrid, son alrededor de 60 las personas que fallecieron entre los meses de marzo y abril -la época más dura de la primera ola y cuando todo el país se encontraba confinado- sin haber sido reclamadas.
Ayer, día de Todos los Santos y víspera del día de difuntos, los cementerios de Madrid recibieron un aluvión de visitas, hasta el punto de que la Policía Municipal tuvo que desarrollar un dispositivo para velar por las medidas de seguridad por la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, los pabellones de caridades, donde yacen los cuerpos nunca reclamados, estaban desiertos. De hecho, entre ayer y hoy muchas tumbas han visto renovadas sus flores, mientras que los nichos de las secciones de caridad se conformaban con unas ya marchitas que les puso en julio la Comunidad de Madrid.
Tras pasar por las distintas morgues improvisadas para hacer frente al exceso de mortalidad, como la del Palacio de Hielo o ‘La Nevera’ de Majadahonda, los cuerpos de estas 60 personas fueron trasladados al Instituto de Medicina Legal. Finalmente, a instancias de la Consejería de Justicia, se les concedió el denominado entierro social.
Según explicaron a Servimedia fuentes de la Empresa de Servicios Funerarios de Madrid, la fórmula del entierro social -antes llamado “de caridades”- es la que se aplica cuando nadie se hace cargo del tratamiento de los restos de un difunto o cuando sus allegados no pueden costearlo.
A todos ellos se les ha hecho una concesión por diez años que, según las tarifas de los cementerios de Madrid, costaría alrededor de 1.250 euros por nicho.
Muchos de quienes mueren sin ser reclamados son, según fuentes del Instituto de Medicina Legal, mayores que viven en residencias sin contacto con sus familias; otros son migrantes sin lazos familiares ni allegados en España.
Para hacerse una idea de la dimensión del drama de la soledad, según el Ayuntamiento de Madrid los bomberos encontraron a 62 ancianos fallecidos en sus domicilios entre el 11 de marzo y el 11 de mayo.
MORIR EN SOLEDAD
Se estima que en España viven solas alrededor de dos millones de personas mayores de 65 años, de las que más del 70% son mujeres. Sin embargo, no vivir acompañado no significa vivir en soledad, que es un sentimiento que no recoge la encuesta de hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE).
La soledad va más allá y se ve retratada en momentos como el que relata Julia Serrada, una joven enfermera del Hospital Puerta de Hierro: “Son pacientes que ingresan solos y que cuando les preguntas por un contacto de emergencia no te dicen a nadie. Nadie les va a visitar o les acompaña”.
En esta situación es en la que fallecieron estas 60 personas, algunas en residencias y otras en hospitales de la Comunidad de Madrid.
Esta enfermera trabajó en la unidad de cuidados intensivos durante la primera ola de la pandemia y trató con pacientes que estaban solos. “Intentas hablarles cada vez que entras a vigilar constantes o a poner medicación, pero con el coronavirus ya no hay tiempo ni seguridad para estar con un paciente por gusto, para preguntarle cómo está, para curar también con palabras”, lamenta.
Ana, también enfermera, señala que muchos pacientes con familia fallecieron solos por las restricciones impuestas por la pandemia: “No se permitían las visitas de familiares. Tuvimos casos en los que los pacientes entraban conscientes y podían tener la oportunidad de tener una videoconferencia con su familia; muchas veces esa videoconferencia es el último recuerdo que sus familiares tienen de ellos”.
“Sacábamos tiempo como podíamos y les dábamos la mano, a veces les hablábamos al oído pensando en que nos podían escuchar, les acariciábamos la frente… cualquier gesto para que no se sintiesen solos”, recuerda. “Hemos aprendido a trabajar tragándonos las lágrimas, con un nudo en la garganta y el corazón encogido de tanta impotencia”.
Uno de los principales retos de las ONG está siendo luchar contra la soledad de los mayores. De hecho, más del 30% de las personas atendidas por Cruz Roja en su plan frente al coronavirus, lanzado en marzo, son mayores de 65 años en soledad a los que llaman voluntarios para conversar con ellos.
Para la Organización Munidal de la Salud (OMS), la soledad no deseada en uno de los mayores riesgos para la salud y será uno de los principales retos de cara al futuro, con una población cada vez más envejecida y con mayor esperanza de vida.
(SERVIMEDIA)
02 Nov 2020
GIC/pai