Así lo anunció el consejero delegado de la compañía, Josu Jon Imaz, en la conferencia con analistas para hacer balance del ejercicio 2019, año en que Repsol perdió más de 3.800 millones por el efecto contable de la devaluación de sus activos en el marco de este plan para ser neutra en emisiones en 2050.

Sin embargo, Imaz aseguró que “para Repsol la descarbonización no es una amenaza, sino una oportunidad” y destacó que los negocios bajos en carbono de Repsol aportan ya a la compañía un beneficio bruto de explotación (Ebitda) de 100 millones de euros anuales, cifra que se mantendrá en el ejercicio 2020.

A este respecto, señaló que el Ebitda generado por los negocios de bajas emisiones de Repsol, de momento, procede únicamente de los activos adquiridos a Viesgo, que supusieron una inversión de 700 millones del total de 1.000 millones invertidos por Repsol en estos negocios. Por ello, aseguró estar satisfecho con este retorno.

En cuanto a la previsión de que el beneficio de este negocio se mantenga estable en 2020, explicó que se basa en el hecho de que este año todavía seguirán sin aportar los proyectos en construcción, aunque dos de ellos deberían estar culminados en diciembre.

Se trata del proyecto eólico Delta que desarrolla Repsol en Aragón y del proyecto fotovoltaico Valdesolar, en Extremadura. Entre ambos, aportarán una potencia instalada de unos 600 megavatios (MW).

Repsol se ha consolidado ya como un actor relevante en la generación de electricidad baja en emisiones en la Península Ibérica, con una capacidad total instalada de 2.952 MW y planes en marcha que añadirán 1.185 MW.

Además, la compañía incrementó hasta los 7.500 MW su objetivo de capacidad de generación de electricidad baja en carbono para 2025, lo que supone 3.000 MW adicionales respecto a su anterior meta.

A esto se suma el inicio de la expansión en otros mercados para convertirse en un actor internacional relevante en energías renovables.