"Ruego no contribuyamos a que la convivencia se resienta”, dijo Sánchez en la recta final del breve discurso que pronunció en el hemiciclo antes de la votación que, previsiblemente, lo investirá como presidente del Gobierno.

Sánchez animó al “entendimiento y consenso” con el resto de formaciones políticas para que salgan adelante las “reformas” que, a su juicio, necesita el país.

No obstante, el líder socialista dedicó buena parte de su intervención -de unos 10 minutos- a denunciar la posición de la derecha que “ha intentado todo” pero “ha fracasado”.

Señaló que para frenar este gobierno los líderes de PP, Ciudadanos y Vox han ido “cambiando de pretexto” -lo que generó ruido desde las bancadas de dichas formaciones- porque consideran que o “gobiernan las derechas o no hay gobierno en España”, dando como resultado que se una en contra de su investidura esa “curiosa coalición variopinta” que va desde la ultraderecha, a antisistemas y los nacionalismos más intransigentes de uno y otro signo.

Pese a los intentos de las formaciones de derecha, Sánchez aseguró que “el bloqueo se romperá y volverá a fracasar” la derecha en sus deseos, afirmó, de que no salga adelante “la coalición progresista”.

Sánchez parafraseó al presidente de la República, Manuel Azaña, al que identificó como un “compatriota de bien en el que podremos reconocernos todos” porque “nadie tiene el derecho de monopolizar el patriotismo”.

La mención a Azaña levantó alguna crítica desde la bancada de la derecha que, tras algunas peticiones de silencio por parte de la presidenta Meritxell Batet, llevó a Sánchez a solicitar que se tuviera "un poco de nivel democrático". "Respeten al orador, porque esta Cámara no es suya”, reclamó.

El líder socialista pidió a la derecha que elija entre “seguir en el berrinche o aceptar el resultado”, y recomendó que asuman “de una vez” que “no hay otra opción” más que la coalición progresista que formarán PSOE y Unidas Podemos.