Así lo puso de manifiesto coincidiendo con el Día Mundial de la Alimentación a través de un comunicado en el que subrayó cómo, por tercer año consecutivo, el hambre ha vuelto a aumentar tras dos décadas de descenso, situando a 821 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria, 500 millones de las cuales viven en países en conflicto.

El director de incidencia y relaciones internacionales de Acción contra el Hambre, Manuel Sánchez-Montero, recordó que la resolución del Consejo de Seguridad supone una “oportunidad histórica para prevenir y erradicar el hambre provocado por las guerras”.

“No es casualidad que los mayores programas de Acción contra el Hambre tengan lugar en países afectados por conflictos”, agregó, para, a continuación, insistir en la necesidad “urgente” de aplicar soluciones políticas para “transformar, cuanto antes, esta resolución en realidad y revertir la tendencia al alza del hambre de los tres últimos años”.

ARMA DE GUERRA

Por otra parte, Sánchez-Montero puntualizó que el uso del hambre como arma de guerra contraviene las principales convenciones del derecho internacional humanitario y que la comunidad internacional “tiene la responsabilidad” de perseguir su uso como “crímenes de guerra en los tribunales nacionales e internacionales”, algo que “hasta ahora no se ha hecho”, lamentó.

Tras destacar que la inseguridad alimentaria está presente en el 70% de los conflictos, se mostró partidario de realizar una “inversión adecuada” en agricultura, salud, medios de vida y nutrición “para poder romper este sentido de la relación guerra-hambre”.

Asimismo, consideró “crucial que la agenda de seguridad deje de condicionar la ayuda humanitaria”. “No podemos mezclar objetivos políticos con objetivos de ayuda humanitaria”, incidió, al tiempo que criticó el creciente impacto sobre medios de vida y seguridad nutricional de las operaciones militares llevadas a cabo por ejércitos regulares y otras partes en conflicto.