Acoso escolar
Una víctima de acoso escolar pide más formación sobre 'bullying' y discapacidad
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Rosana López tiene ahora 21 años y vive en Valencia, donde compagina sus estudios de Trabajo Social con la práctica del ciclismo paralímpico en el equipo Cofidis, algo que le hace “enormemente feliz”.
Es una joven tranquila y risueña, pero no siempre fue así. Entre los 8 y los 16 años sufrió acoso escolar de forma continua debido a su discapacidad visual en los dos colegios donde estudió, y donde, “en general, ningún profesor se lo tomó en serio”.
Por eso, pidió reformar los planes del grado de Magisterio para incluir más contenidos sobre integración, discapacidad y acoso escolar. “El bullying se ceba en los discapacitados, en los inmigrantes, en los gorditos, en los más estudiosos. En general, en todos los diferentes”, afirma.
Así lo declaró a Servimedia esta joven castellonense, que a causa de la aniridia (ausencia de iris) tiene una gran discapacidad visual que le obliga a llevar gafas de sol de forma perpetua.
Este hecho fue, en opinión de Rosana, uno de los primeros desencadenantes del acoso. “Yo era la única que iba con gafas de sol todo el rato, y así empezó todo”.
"SON COSAS DE NIÑOS"
Al principio le dejaban sola en el recreo y no le incluían en los grupos a la hora de hacer trabajos y actividades de clase, pero a los 8 años el acoso y los insultos empezaron a ser más sistemáticos.
Nada más comenzar en su segundo colegio, empezaron a esconderle la mochila y a moverle la mesa y la silla.
“Yo siempre se lo dije a mis padres éstos hablaban con los profesores, pero no se lo tomaban en serio. Son cosas de niños, decían”.
Para escapar del acoso, Rosana se cambió de colegio al empezar la ESO, pero la historia no mejoró. El bullying se extendió entonces a las redes sociales, donde difundieron montajes fotográficos burlándose de sus problemas visuales e incluso llegaron a suplantar su identidad para insultar en su nombre a otras compañeras.
En estos casos, el colegio sí intervino, pero solo para poner parches”, explica.
En el caso de las fotos, una profesora habló con los responsables y logró que borrasen todo, y en el de la suplantación de identidad, localizamos a la autora y pidió perdón, pero nada más”.
FALTA DE APOYO
“Nunca se activó un protocolo por acoso escolar ni se hicieron denuncias. Lo trataban como hechos aislados, y decían a mis padres que yo tenía muchos problemas para relacionarme”.
Ni sus profesores, ni los tutores, ni los orientadores o psicólogos escolares ayudaron a rosana. Fue gracias a años de terapia privada como pude salir”, declara Rosana para quien mucha responsabilidad de lo que le sucedió le corrsponde a sus maestros. “Desde prescolar, me dejaban la última para incluirme en los grupos; nadie se preocupó por verme siempre sola en el recreo, y jamás se habló de mi discapacidad en una tutoría”.
A su juicio, el profesorado tiene grandes carencias en este terreno, “no saben cómo tratarnos”, y también “ignoran casi todo en cuanto a acoso escolar”.
Los problemas de Rosana mejoraron en Bachillerato, donde “encontré a dos profesoras que sí me ayudaron mucho y a una buena amiga”, pero el salto definitivo llegó elgó cuando se mudó a Valencia para estudiar en la universidad.
“Allí dejé de ser el centro de atención y entré en contacto con el deporte paralímpico”.
Gracias al ciclismo adaptado, Rosana ha conocido a un montón de gente con distintas discapacidades, pues “(el Cofidis) es un equipo muy grande donde todos entrenamos juntos.
“Me he dado cuenta de que no soy la única diferente, he conocido a gente que le ha pasado lo mismo que amí y manejo mucho mejor las relaciones sociales.
La joven, que ha participado en un estudio sobre Acoso Escolar y Discapacidad que llevan a cabo Fundación ONCE y el Cermi, no quiere que más niños pasen por lo mismo que ella, por lo que exige más formación y y sensibilización entre el profesorado y la ciudadanía general.
(SERVIMEDIA)
16 Sep 2018
AGQ/nbc