El padre Garralda indicaba que “debemos estar al lado de los que nadie quiere, esos que no tienen nada y encima soportan el desprecio de la sociedad, porque son los que más ayuda necesitan y no podemos darles la espalda".

Con 24 años decidió entrar en la Compañía de Jesús y comenzó a hacer realidad sus proyectos solidarios a favor de los marginados.

Se hizo cargo del Hogar del Empleado, en Madrid, desde el año 1957 hasta 1964 e impulsó la construcción de residencias para jóvenes, institutos y escuelas. Impulsó también la creación de asociaciones de viudas y puso en marcha en Centroamérica una red de ayuda a los más necesitados.

De regreso a España en 1966, trabajó en los barrios de chabolas, donde vivió, y en 1978 creó la Fundación Horizontes Abiertos, concebida para ayudar a los presos a rehacer sus vidas una vez cumplida sus condenas. Con el tiempo, desarrolló nuevos proyectos con enfermos de sida y drogodependientes, personas sin techo, inmigrantes sin papeles y otras personas excluidas.

La Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos cuenta actualmente con el trabajo y la dedicación de más de 300 voluntarios y 110 profesionales en toda España, que han hecho posible la atención de más de 40.000 personas.