El estrés climático llega a los peces en la Antártida

MADRID
SERVIMEDIA

Algunos peces de la Antártida que viven en las aguas más frías del planeta son capaces de hacer frente al estrés climático por el aumento de los niveles de dióxido de carbono (CO2) o la acidificación en el océano e incluso tolerar aguas ligeramente más cálidas, pero no pueden lidiar con ambos factores al mismo tiempo.

Ésta es la conclusión de un estudio realizado por seis investigadores de la Universidad de California (Estados Unidos) y publicado en la revista ‘Global Change Biology’ a partir de un análisis del austrobacalao esmeral (‘Trematomus bernacchii’), que es una especie comercialmente importante de bacalao que habita en el océano Antártico.

Este estudio es el primero en mostrar que los peces antárticos pueden hacer concesiones en su fisiología y su comportamiento para afrontar la acidificación de los océanos y el calentamiento de las aguas.

“Al lidiar con el estrés climático, estos peces son realmente malos en multitareas. Parecen bastante capaces de hacer frente a los aumentos de CO2 y pueden compensar un cierto calentamiento. Pero no pueden lidiar con ambos factores de estrés al mismo tiempo. Eso es un problema porque esas cosas suceden juntas: no se puede disolver CO2 en el océano independientemente del calentamiento”, explica Anne Todgham, autora principal del trabajo y profesora del Departamento de Ciencia Animal de la Universidad de California en Davis.

Los peces antárticos viven en aguas que habitualmente están a alrededor de -1,9ºC. En su lugar de estudio en la Antártida, los autores expusieron al austrobacalao esmeral a dos temperaturas: -1ºC y 2ºC. La última es el umbral de calentamiento global que el Acuerdo de París tiene como objetivo para evitar los impactos más catastróficos del cambio climático. También expusieron a los peces a tratamientos de tres niveles diferentes de CO2, que van desde el normal hasta otros más elevados.

Mientras que algunas especies están empezando a cambiar a lugares más fríos para escapar de los hábitats de calentamiento, los peces polares no tienen lugares más fríos a los que ir, sino que deben hacer frente a su fisiología.

"La Antártida ha contribuido muy poco a la producción de gases de efecto invernadero y, sin embargo, es uno de los lugares en el planeta que recibe el mayor impacto. Siento que tenemos la responsabilidad de preocuparnos por los espacios que son tan frágiles. Si podemos proporcionar reservas de áreas que son menos estresantes para las plantas y los animales a través de la protección de los lugares naturales, podemos ganar algo de tiempo para manejar cosas como el cambio climático”, concluye Todgham.

(SERVIMEDIA)
17 Ene 2018
MGR/gja