egún explica la sentencia, hecha pública hoy, los hechos se remontan a junio de 1996, cuando el procesado, Juan Carlos Pi Rafel, entró en la tienda "Electrodomésticos Mateu", de Barcelona, y, tras crear en el vendedor "la apariencia de solvencia económica, llegando incluso a mostrar un talón", adquirió diversos electrodomésticos por importe de 560.100 pesetas "que en ningún momento ha llegado a hacer efectivas".

Según el Supremo, no se ha probado que el procesado engañara al vendedor, máxime cuando adierte que el cheque con el que va a pagar los electrodomésticos carece de fondos y que regresaría para pagarlos al día siguiente.

En este sentido, el Alto Tribunal recalca que "un profesional del mercado de electrodomésticos que conoce perfectamente las características de su ramo y que está acostumbrado a la realización de las transacciones", como el vendedor de este caso, "debió extremar las precauciones y desconfiar de la solvencia de su cliente".

Para el Supremo, el procesado no cometió delitode estafa, al no haber utilizado "engaño bastante" como para hacer creer al vendedor que podía pagar los productos.

Por esta razón, el Alto Tribunal absuelve al procesado, Juan Carlos Pi Rafel, del delito de estafa, por el que había sido condenado a tres años de prisión por la Audiencia Provincial de Barcelona.