Campanadas

Jesús López-Terradas, relojero de Sol: "Trabajamos todo el año para que no haya ningún fallo"

- Lleva 26 años sin comerse las uvas y asegura que, en el futuro, no tiene “ni la más remota idea” de quién le sucederá

MADRID
SERVIMEDIA

Uno de los relojeros que se encargan de realizar el mantenimiento del reloj de la Puerta del Sol Jesús López-Terradas aseguró que procurarán durante las campanas de este año que “tampoco haya ningún fallo” ya que él y sus dos compañeros trabajan durante todo el año para que “no haya anécdotas” el 31 de diciembre y “todo el mundo se pueda comer las uvas tranquilamente en su casa”.

Así lo trasladó en una entrevista con Servimedia en la Casa de Correos, donde mientras miraba el reloj afirmó que lleva desde 1997 haciendo el mantenimiento del reloj más emblemático de España, por lo que desde hace 26 años todas las Nocheviejas las pasa en la Puerta del Sol y, sin poder comerse las uvas ninguno de esos años, controla y supervisa que el reloj funcione con normalidad.

“El reloj no se puede parar”, recalcó, e insistió en que no ha dado fallos, que él sepa, desde que la Comunidad de Madrid encargó el mantenimiento del reloj a la relojería Losada de la que López-Terradas procede. “Vamos a procurar que este año tampoco haya ningún fallo, que el reloj funcione y funcione bien”, indicó, porque si se produjera cualquier incidente durante las campanadas “no se podría arreglar en ese mismo momento”.

Así, “si llegan las doce y el reloj se para por alguna razón, salvo echarnos a llorar o cualquier cosa de esas, no tendríamos otra solución”, explicó. López-Terradas es, junto con sus compañeros “Santi y Pedro”, uno de los guardianes de este reloj centenario con el que las familias despiden el año y dan la entrada al próximo. Preguntado por sus experiencias y anécdotas, respondió que los tres relojeros de Sol trabajan “para que no haya anécdotas, para que funcione bien y a la hora exacta” ya que las anécdotas “no interesan ni tienen sentido”.

Relató que la plaza está “siempre llena” y ellos, desde el torreón de Sol, escuchan el bullicio que hay. “Cuando cae la bola se callan y cuando da la última campanada la explosión de júbilo y alegría es preciosa de escuchar”, resaltó. Pese a llevar 26 años sin comerse las uvas para supervisar el mínimo detalle del funcionamiento del reloj durante la noche del 31 de diciembre, López-Terradas se mostró optimista y señaló que “estamos aquí para que todo el mundo se pueda comer las uvas tranquilamente”.

MANTENIMIENTO DEL RELOJ

A López-Terradas la pasión relojera le viene porque nació en una relojería. “Mi bisabuelo relojero, mi abuelo relojero, mi tío relojero, y se coge esa pasión y esa afición desde niño hasta ahora”, destacó. Desde hace 26 años se encarga “todas las semanas” con sus compañeros Pedro y Santiago de hacer el mantenimiento del reloj de Sol. “Un día a la semana tenemos que venir, nos guste o no, a subir las pesas para que no se pare el reloj”, aseveró, así como “mirar todo, limpiarlo y engrasarlo”.

Normalmente, el sábado es el día que eligen para hacer el mantenimiento “por eso de que con la edad aprendes a no molestar”. También expresó que no hay “ningún inconveniente” por ir un día a la semana, “salvo en vacaciones que no hace mucha gracia”. “Pero es nuestro trabajo, el reloj no entiende de vacaciones, da igual que sea un 15 de agosto, de enero y de junio”, sostuvo.

Una de las curiosidades del reloj es que hay semanas “que se desajusta cuatro segundos”. “Hay veces que lo ha hecho seis o siete”, dijo López-Terradas con tono bronco ya que “los minuteros está todos compensados” y “madre mía el tiempo que tardamos en compensar los minuteros”.

Así, defendió que todas las semanas sin excepción es necesario inspeccionar el reloj porque ellos corrigen esa variación de segundos que en ocasiones se produce por diferentes motivos, entre ellos el aire, y “cuando nos vamos de aquí la variación se queda a cero”. Precisamente, durante la entrevista López-Terradas se dio cuenta de que el reloj se había desajustado dos segundos, lo que provocó su disgusto para seguidamente advertir amablemente de lo delicada y minuciosa que es la máquina.

FUTURO

Sobre quién hará el mantenimiento del reloj en el futuro se sinceró y aseguró no saber “quién lo puede hacer”. “No tengo ni la más remota idea”, espetó, una confesión a la que le siguió una carcajada.

Sin darle mayor importancia a quién será su sucesor, cambió de tema y explicó en qué momento exacto hay que empezar a comerse las uvas, lo que generalmente provoca discrepancias. “Es muy sencillo”, profirió, “primero cae la bola y luego da los cuatro cuartos”. “Ahí no es”, dijo, “ahí son ocho campanadas en bloques de dos y solamente cuando ha acabado y da la primera campanada de las horas ese es el momento de empezar a comer una uva en cada campanada”.

(SERVIMEDIA)
25 Dic 2023
ECJ/man