En un editorial, "The Economist" sostiene qe la adjudicación de títulos nobiliarios (desde el más importante, el de lord, que da aceso a la Cámara Alta, hasta otros de menor importancia) se ha convertido en un mecanismo que sirve más para reconocer servicios prestados a los políticos en el poder o en la oposición que auténticas contribuciones a la cultura, la economía o la sociedad inglesa.

A juicio de la revista británica, "dado el innato absurdo de la mayoría de las condecoraciones, cualquier sistema alternativo debería ser al menos más divetido que el actual".

Con ese espíritu, "The Economist" sugiere que se reemplace el principio hereditario por el principio de celebridad o que, sin más tapujos, los títulos sean subastados al mejor postor y que el dinero recaudado vaya a parar a los contribuyentes.

"Una subasta pública por los títulos recaudaría la máxima suma posible, además de proporcionar un espectáculo entretenido. En el nivel más alto, los ducados hereditarios podrían suponer millones (de libras esterlinas)", añade el editoril.

"En unos tiempos en que encontrar el perfecto regalo de Navidad es tan difícil, ¿qué mejor prueba de amor para la mujer de tu vida que un título nobiliario?", se pregunta el editorialista.