Los hechos que han dado lugar a la sentencia comenzaron el 22 de octubre de 1994, cuando el boleto de Lotería Primitiva que había adquirido Diego T. resultó premiado con 657.236.895 pesetas, de los que se quedó con el 5 por ciento e ingresó el resto en una cuenta bancaria a nombre de su madre.

Sin embarg, su mujer, Jacqueline M.D., de quien se había separado tres meses antes, tras 6 años de casados, reclamó su parte del premio, dado que el matrimonio, aún vigente, se había constituido bajo el régimen de bienes gananciales. Ante la negativa de su marido, interpuso una demanda ante los tribunales el 2 de marzo de 1995.

El esposo se negó a darle su parte el premio, ya que, según él, el boleto premiado era de su madre y él se había limitado a cobrarlo e ingresar el dinero en la cuenta de su progenitora, ersión que, según el Supremo, no ha sido probada.

Para el Supremo, "los bienes gananciales son los procedentes de las ganancias que obtienen los cónyuges directa o indirectamente y, en primer lugar, como esenciales, los procedentes de la actividad de los mismos, sea constitutiva o no de esfuerzo o trabajo y en ella se incluyen las ganancias obtenidas en el juego".

Además, los magistrados sostienen que "un proceso de separación en nada puede afectar a la declaración de ganancialidad que recae en sntencia dictada en proceso declarativo ordinario que comenzó (el 2 de marzo de 1995) antes de la sentencia de separación (el 6 de junio de 1995)".

De este modo, el Supremo confirma la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Córdoba, por la que se declaró bien ganancial el premio de la Lotería Primitiva y se acordó la adjudicación de la parte correspondiente a la esposa.