Rajoy compareció pasadas las once de la noche en el balcón de la sede del PP para dirigirse a los cientos de personas que durante toda la noche habían permanecido en la calle Génova para seguir el recuento de los comicios.

El líder de los populares, que apareció junto a Ángel Acebes, Pío García-Escudero y Manuel Pizarro, presumió de haber subido "en votos, en escaños y en porcentaje de votos" por encima de cualquier otra formación política en España.

Después expresó su agradecimiento a todas las personas que han votado al Partido Popular, sin hacer ninguna mención a su futuro personal y político tras su segunda derrota consecutiva en unas elecciones generales.

"Todo el mundo sabe que somos previsibles, todo el mundo sabe lo que defendemos, todo el mundo sabe en lo que yo creo, todo el mundo sabe lo que es el PP, todo el mundo sabe mis convicciones, mis valores y mis principios y eso es lo que este partido va a defender, quiero decírselo a todos los que nos han dado su voto y su apoyo", dijo.

Rajoy dijo haber llamado a José Luis Rodríguez Zapatero para felicitarle por el triunfo en las urnas y desearle "suerte por el bien de España".

Durante su intervención, fue interrumpido en multitud de ocasiones por los cientos de simpatizantes agolpados en la sede popular con gritos de "Zapatero, embustero", "Presidente, presidente" y "Mariano, Mariano es cojonudo, como Mariano no hay ninguno".

El candidato del PP explicó que si ha llegado hasta aquí ha sido gracias al apoyo de sus militantes, de los simpatizantes y de todo el equipo que le ha acompañado estos cuatro años en la oposición, entre los que citó especialmente al secretario general, Ángel Acebes.

Rajoy salió sereno al balcón pero se fue emocionando poco a poco, sobre todo cuando su mujer, Elvira Fernández, se colocó a su lado y, delante de toda la gente y ante las televisiones que retransmitían el momento en directo, le dio un sentido abrazo.

Mientras Elvira Fernández intentaba contener las lágrimas, Rajoy proseguía su discurso improvisado, hasta que al final, con los ojos enrojecidos por la emoción, zanjó sus palabras y se marchó con un simple "¡adiós!".