El analista norteamericano Rico Carish puso de manifiesto que los terroristas de los atentados del 11-S utilizaron el sistema bancario ordinario para realizar transacciones que nunca resultaron sospechosas.

Varias agencias de inteligencia estadounidenses habían realizado un seguimiento de los terroristas, pero no compartieron su información con las entidades financieras, según Carish, lo que imposibilitó atajar la financiación para que realizaran la masacre.

La coordinadora del grupo de trabajo, Loretta Napoleoni, denunció que el problema no es tanto la existencia de paraísos fiscales o cuentas secretas, sino la corrupción en algunos países y la dificultad de detectar el dinero que "nace limpio", por ejemplo, en forma de donaciones, pero finalmente acaba en manos de una organización terrorista.

Por ello, insistió Napoleoni, es imprescindible juntar a los gobiernos con los bancos y actuar conjuntamente a través de una estrategia multilateral.

Para articular todo esto es necesario aprobar reglamentos, pero el consejero delegado del Instituto de Empresa, Arpad van Lazar, alertó de que "ya tenemos muchos reglamentos" y ampliar su número puede ser al final perjudicial.