La acusación ejercida por la asociación vecinal acusa a Maria Angustias de un delito contra el edio ambiente y otro de coacciones, mientras que la Fundación Escuelas Dominicales, propietaria de un edificio colindante le atribuye un delito de daños.

En el juicio, celebrado esta mañana en un juzgado de Granada, numerosos vecinos manifestaron que, desde hace años, no pueden abrir sus ventanas por los insoportables olores que desprende la casa y por los moscardones que inundan toda la zona, además de "no pegar ni ojo" de noche a causa de los ladridos de los perros.

Alguno de los testigos utiliaron expresiones como "jauría romana", "animales salvajes" y "nervios destrozados" para describir su situación. El propietario de una pensión de la misma calle confesó ante el juez que ningún alarde de hospitalidad por su parte consigue compensar las molestias que sufren sus clientes, que abandonan el hostal, indefectiblemente, tras la primera noche.

Otros vecinos indicaron que deben dar un rodeo para entrar en sus propias casas, por temor a ser atacados por los perros, y que han sido frecuentes las oasiones en que han presentado denuncias por mordiscos ante el Ayuntamiento.

El informe emitido por el Ayuntamiento cuando en agosto de 1991 entró en el inmueble y procedió a su clausura describe un panorama dantesco: escrementos y restos de comida por toda la casa, basuras desperdigadas, perros muertos abandonados en cualquier rincón y semiderovados por otros animales.

Todos estos extremos fueron negados por Maria Angustias, quien aseguró que "nunca he sido una marrana" y que mantenía los perros erfectamente legalizados y vacunados, lo que contradijeron los veterinarios que declararon ante el tribunal.