La T4 tiene una superficie útil de 470.261 m2, en los que están habilitados tres grandes bloques: facturación, control de seguridad, y embarque.

Barajas tendrá a partir de ahora una superficie total para viajeros de 390.000 metros cuadrados, lo que supone un incremento del 147 por ciento respecto a la actual.

Junto a la nueva terminal se ha construido un edificio satélite para dar más agilidad a las operaciones de embarque y desembarque internacional. Un túnel de 2.874 metros de longitud une el nuevo edificio terminal con el edificio satélite. Por él discurrirán tanto los trenes del Sistema Automatizado de Transportes de Pasajeros como parte del sistema de equipajes.

Los trenes para pasajeros, operativos las 24 horas del día, podrán transportar hasta 13.000 viajeros en una hora. En la nueva terminal se ha instalado también un sistema automatizado de tratamiento de equipajes que permite procesar hasta 16.500 equipajes cada hora. Cuenta con casi 92 kilómetros de cintas transportadoras, de las cuales cerca de 42 kilómetros son de alta velocidad, capaces de transportar el equipaje a más de 10 metros por segundo.

El nuevo edificio terminal cuenta con su propio edificio de aparcamiento, de 309.000 metros cuadrados, con capacidad para 9.000 vehículos.

NUEVOS ACCESOS

Para la puesta en funcionamiento de la nueva terminal, tamibén se han construido las carreteras M-12, y el enlace de la M-14 con la M-13, que conectan directamente con las dársenas de salidas y llegadas de la nueva terminal. También se ha soterrado la M-111, entre Barajas y Paracuellos del Jarama.

Finalmente, la nueva terminal da acceso a dos nuevas pistas, de 3.500 metros cada una, con el fin de que el aeropuerto de Barajas disponga de cuatro pistas paralelas y que éstas puedan realizar operaciones de aterrizaje o despegue de forma simultánea, incluso en condiciones de baja visibilidad.

Con las nuevas pistas, la capacidad del campo de vuelos se incrementa hasta 120 operaciones por hora. En la actualidad, se realizan entre 76 y 78.

La nueva terminal es obra de los arquitectos Antonio Lamela y Richard Rogers que han optado por un diseño modular que crea una secuencia repetida de ondas formadas por amplias alas de acero en cuyo interior predomina la luz, complementada por el uso de láminas de bambú en las superficies internas del techo ondulante.

Las nuevas instalaciones se adaptan completamente al reciente marco legislativo sobre accesibilidad, poniendo especial cuidado en las personas discapacitadas, tanto en el urbanismo como en la edificación, el transporte y la comunicación.