En un encuentro informativo con la Asociación de Periodistas Europeos, Derbez confesó la preocupación de las autoridades mexicanas por el "ensimismamiento" de Europa en su propia ampliación y en la aprobación de la Constitución.

Con la única excepción de España, y "un poco" Portugal, Derbez considera que las preocupaciones actuales de Europa se centran en sí misma y está por ello "perdiendo de vista" a América Latina.

De ello Derbez hablará con sus homólogos de España, Reino Unido, Holanda y Francia, para advertirles de que, pese a la continuidad de las inversiones y de las relaciones comerciales, los vínculos políticos y culturales "se están perdiendo".

El objetivo de Derbez es que la próxima cumbre de América Latina, Caribe y Unión Europea, en mayo, arroje resultados concretos para intentar invertir esa tendencia.

El Gobierno mexicano cree que Europa debe implicarse en ser punto de referencia para América Latina, para reforzar en la población de todo aquel continente la conciencia de cómo se puede caminar hacia el desarrollo por caminos democráticos, institucionales.

Derbez recuerda que, según una reciente encuesta hecha en toda América Latina, más de la mitad de su población se confiesa dispuesta a respaldar regímenes no democráticos que garanticen progreso social.

En su opinión, la Unión Europea, como Estados Unidos, tienen mucho que decir y que hacer a la hora de ayudar a los países latinoamericanos a reforzar sus estructuras democráticas y consolidar con ello la estabilidad política y social.

Eso es, por ejemplo, lo que Derbez considera que Europa y Estados Unidos deberían hacer con países como Bolivia, que acaba de elegir democráticamente y de forma transparente, insistió, al presidente Evo Morales.

Derbez se mostró partidario de prestar menos atención al hecho de si Morales es indígena o si la nueva presidenta de Chile es mujer, y subrayar ante todo que la democracia arraiga en América Latina y lo necesario es ayudarla a consolidarla.

Mexico también reclama de Estados Unidos "corresponsabilidad" a la hora de controlar la frontera de ambos países, 3.000 kilómetros "muy porosos" de los que se aprovecha la delincuencia organizada.