Los robos de los que se les acusa se iniciaron el día 4 de febrero en viviendas unifailiares de las localidades de Coslada y San Fernando. En estos casos coincidían tanto el "modus operandi" como otros detalles: todos se habían producido en dos zonas muy concretas de chalets adosados y en una misma franja horaria (desde las doce de la noche hasta las 7,30 de la madrugada).

Además, los robos ocurrían mientras los moradores se encontraban dormidos. Según las investigaciones, un coche trasladaba a los delincuentes hasta las inmediaciones del chalé elegido. El compinche, a bordo del vehíclo, se alejaba de la zona para no levantar sospechas. Acto seguido, los cacos escalaban las vallas que rodean las viviendas y forzaban cualquier puerta o ventana.

Ya en el interior, se apoderaban de objetos de pequeño tamaño, tales como joyas, relojes, teléfonos móviles, carteras con documentación, dinero, tarjetas de crédito e, incluso, alguna prenda de vestir que les gustara. Cuando terminaban la faena, llamaban por su teléfono móvil al "chófer" para que los recogiera.

A pesar del dispositivo d vigilancia establecido por la comisaría de Coslada-San Fernando para detener a los ladrones, en una sola noche visitaron varias viviendas. Fue posible porque los chalés están comunicados entre sí y los sospechosos se movían amparados por la oscuridad y la altura de los setos que rodean los jardines. Por fin, el dispositivo dio resultado en la madrugada del pasado viernes, día 21.