LOS "GUERRISTAS" ASEGURAN QUE EL EX VICEPRESIDENTE DEL GOBIERNO ADVIRTIO DEL PELIGRO DE MANTENER EN EL PUESTO A RUBIO
El texto se ha copiado correctamente en el portapapeles
El sector "guerrista" del PSOE sostiene que Alfonso Guerra ya vaticinó los posibls costes que podrían acarrear al partido el mantenimiento en sus cargos de personas como el ex gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, por su falta de sintonía con el proyecto socialista.
Fuentes de dicho sector consultadas por Servimedia adujeron como prueba que la renovación de Rubio en su cargo en 1988 suscitó la oposición de Guerra, que era todavía vicepresidente del Gobierno, en la reunión del Consejo de Ministros que tomó esa decisión.
Guerra defendió entonces, recordaron estas fuents, que había llegado el momento de situar en puestos claves de responsabilidad a "personas más próximas al modelo que los socialistas propugnaban para España", en lugar de las que representaban el modelo social de la transición.
Los "guerristas" afirman que, durante una primera etapa de gobierno, pudo resultar necesaria la apelación a técnicos ajenos al PSOE con experiencia en la Administración, pero que esa no era ya la situación en 1988, cuando el Partido Socialista estaba en condicione de nutrirse e sus propios técnicos y expertos.
Estas fuentes recordaron que la oposición de Guerra a la renovación de Rubio en su cargo está plasmada en el libro en que Jorge Semprún, radicalmente partidario de las tesis renovadoras y antiguerrista declarado, relata su experiencia como ministro de Cultura.
En dicho libro ("Federico Sánchez se despide de ustedes"), Semprún relata la reunión del Consejo de Ministros de 1988 que aprobó la renovación de Mariano Rubio y Luis Angel Rojo, como gobernador y subgoberador del Banco de España, respectivamente, y consigna que sólo Alfonso Guerra intervino para pronunciarse en contra.
Semprún inicia su relato con las siguientes palabras: "El ministro de Economía, Carlos Solchaga, intervino enseguida. El mandato de los dos principales responsables del Banco de España llegaba a su término, en efecto. En algunas frases concisas -su estilo nunca ha sido el de hablar para no decir nada-, Solchaga explicó por qué proponía la renovación en sus cargos de los responsables porun nuevo periodo de cuatro años".
"Entonces", prosigue el relato Semprún, "pidió la palabra el vicepresidente Alfonso Guerra", cuya intervención es resumida por el ex ministro de Cultura con las siguientes palabras:
"¿No habrá llegado el tiempo, decía, de colocar en puestos como éste a hombres nuestros? ¿A militantes? ¿No tenemos en el partido bastantes hombres capaces de dirigir tan bien como éstos el Banco de España? ¿Por qué recurrir todavía a técnicos y expertos que no son de los nuestros?". Semprún, para quien estas opiniones una una prueba de sectarismo por parte de Guerra, termina el recuento de la escena así: "Después de sugerir buscar a otras personas para los cargos en cuestión del Banco de España -propuesta puramente teórica, por otra parte, ya que no adelantó alternativa alguna a los nombres propuestos por Solchaga-, el vicepresidente terminó abruptamente declarando que su intervención, lo sabía, sólo tendría un valor testimonial".
A continuación, "hubo un silencio que adquiri cierto espesor. Fue Felipe González el que lo rompió. Con voz firme y reposada, preguntó si no había ningún otro comentario. Aparentemente no lo había".
"Eso no dejó de sorprenderme", narra Semprún, hablando ya en primera persona, "porque había percibido la simpatía que provocaban las palabras de Guerra en algunos ministros. Simpatía que, al parecer, prefería quedar informulada, no expresarse públicamente".
"Lo cual", añade, "permitió al presidente del Gobierno declarar que la propuesta del minitro de Economía quedaba aprobada. Hay que decir que Carlos Solchaga no pareció dudar ni un minuto de la aprobación final de su propuesta".
(SERVIMEDIA)
17 Abr 1994
C