En esa fecha, y durante unas maniobras con fuego real, un cazabombardero F-18 lanzó una bomba de dos toneladas en las proximidades del portaaviones desde donde don Juan Carlos y tras autoridades presenciaban el ejercicio.

Según diversas fuentes, el proyectil impactó a 1.200 metros de la nave, lo que provocó que ésta se tambalease. Tras publicarse estas informaciones, Defensa difundió una nota en la que desmintió que el monarca corriese algún peligro durante el hundimiento.

El ministerio aclaró entonces que "primó la seguridad por encima de todo, siendo los objetivos de los impactos elegidos cuidadosamente y los lanzamientos controlados, de forma visual e instrumental". También apuntó que ningún impacto se produjo a menos de un kilómetro del buque insignia de la Armada y que los aviones no se aproximaron a él más de 1,5 millas náuticas (3 kilómetros).

Sin embargo, reconoció que uno de los proyectiles cayó a 1.200 metros del barco después de concluir el hundimiento, cuando fueron asignados nuevos blancos para probar el armamento de los F-18, que llegaron tarde a la zona.

Nada más conocer el incidente, el Partido Popular y el Centro Democrático y Social pidiero la comparecencia urgente del ministro en la Cámara Alta para explicar las circunstancias del ejercicio, denominado "Sinkex-91" y destinado a probar con un blanco real la puntería de los aviones.