Los hechos juzgados tuvieron lugar en la noche del 28 de septiembre del pasado año en la localidad pacense de Alconchel, donde vive la familia del procesado, compuesta por el matrimonio y seis hijos. Sebastián adimitió ante el tribunal que cogió una bolsa de matarratas y vertió su contenido en el recipiente del café que su padre se iba a tomar para desayunar la mañana siguiente.

E procesado no ocultó su intención a uno de sus hermanos, que le preguntó qué estaba haciendo y a quien contestó: "estoy echándole matarratas al café, a ver si mato a padre". Tampoco se preocupó de no dejar rastro de su acción, ya que dejó abandonada junto al recipiente de café la bolsa del raticida ya vacía.

De hecho, el padre no llegó a tomarse el café envenenado porque uno de los hijos le avisó del intento de su hermano. El padre del procesado puso los hechos en conocimiento de la Guardia Civil y lo análisis posteriores pusieron de manifiesto que la cantidad de matarratas disuelta en el café no era suficiente para haber causado la muerte de ninguna persona adulta.

El juicio oral puso de manifiesto que el procesado ha vivido en un medio familiar, cultural y económico adverso, lo que ha agravado unas aptitudes mentales inferiores a la media. El forense dijo en el juicio que el acusado, mientras ha estado internado en un centro de menores ha experimentado una mejora en su inteligencia y añadió que n un ambiente familiar normal no hubiera presentado retraso mental.

En la vista también se reflejó el carácter de víctima del propio procesado, concretado no sólo en su casi nulo desarrollo intelectual y su mínima instrucción, sino en el trasfondo de malos tratos infligido por el padre, que es alcohólico, a los hijos.

Por ello el fiscal ha variado su petición de condena de ocho años a un año, por concurrir los atenuantes de enajenación mental y ser menor de edad. El abogado pide la absolución de u defendido, porque, según dice no es responsable del hecho.