Los encerrados, que asimismo secundan una huelga de hambre, no han ocasionado ningún problema ni alterado los oficios religiosos que se han celebrado desde que se iniió el acto de protesta, aseguraron las fuentes.

No obstante, el encierro no ha estado exento de cierta polémica tras la nota emitida a mediados de esta semana por el arzobispado de Pamplona calificando el acto de "claro abuso de fuerza". La nota añadía que "esta ocupación es contraria a la significación religiosa del templo".

Desde que los ex presos etarras iniciaron la huelga de hambre sólo han ingerido agua mientras que eran objeto de revisión médica periódica.