Los hechos que han dado lugar a la sentencia sucedieron en el colegio público Gumersindo Azcárate, de Armunia (León), el 6 de noviembre de 1987, cuando Jesús Mateos Merino, que entonces tenía 7 años, estaba en la hora del recreo y recibió un balonazo en la cabeza, sin que ninguno de los profesores que vigilaban el patio se percataran del accidente, de las características de la pelota ni de quién lazó la misma.

El niño regresó al aula por su propio pie, pero comenzó a sentirse mal, por lo que la profesora que en ese momento impartía clase, decidió darle un poco de agua en la cara y dejarle en la Secretaría del centro hasta que lo recogiese su madre. Esta, al notar que el crío empeoraba, lo llevó hasta el hospital, donde cayó en estado de coma.

Según consta en la sentencia, como consecuencia del golpe la víctima padece una grave lesión cerebral que le ha incapacitado "de por vida para regir u persona y bienes", y para "controlar todas sus necesidades", por lo que deberá depender siempre de una tercera persona que lo atienda.

A consecuencia de la lesión, la víctima sufre una parálisis en las piernas y brazo izquierdo, dificultad en el lenguaje y desarrollo de epilepsia.

El Supremo entiende que la Administración del Estado es responsable de la reprochable actitud de los profesores que vigilaron el patio sin percatarse del accidente, así como de la "superficial e incorrecta" atención qe otra docente prestó al crío, al mojarle la cara con agua y dejándole en la Secretaría del centro para que lo recogiese su madre, sin preocuparse de que recibiese atención sanitaria.

Por esta razón, condena al Ministerio de Educación y Ciencia a indemnizar a la víctima, que actualmente tiene 20 años, con 34 millones de pesetas.