La hidratación es una acción que permite reponer líquidos corporales que se pierden a través del sudor, al exhalar aire y al eliminar residuos digestivos. Por ello, Romina Polo recordó que “es importante fomentar la ingesta regular de líquidos”. Para ello, se pueden aplicar algunos trucos como “establecer horarios específicos, mantener líquidos fácilmente accesibles u ofrecer variedad de opciones de líquidos como agua, jugos, caldos, té o infusiones”, apuntó la experta.

En personas con alzhéimer, las señales de deshidratación pueden ser más difícil reconocer. Algunos de los signos más comunes de deshidratación en personas con alzhéimer son sequedad en la boca y lengua, piel seca y pérdida de elasticidad, orina oscura y concentrada, fatiga, debilidad o letargo, confusión, dolor de cabeza o estreñimiento.

A medida que la enfermedad progresa, los cambios cognitivos y físicos asociados con el alzhéimer pueden afectar a los músculos y a las habilidades necesarias para tragar adecuadamente. La disfagia o la dificultad para tragar o tragar de manera segura y eficiente es un problema común ya que el 84% de las personas con alzhéimer lo presenta, lo que puede dar lugar a deficiencias nutricionales e hídricas.

La hidratación en las personas con disfagia se debe hacer siempre utilizando productos que garanticen la seguridad y eficacia de la deglución. “Es importante adaptar la viscosidad y el volumen, utilizando productos seguros cuya formulación sea la correcta para esta problemática, como aguas gelificadas y espesantes y evitando las gelatinas comerciales, con el fin de prevenir que se produzca la broncoaspiración”, concluye la experta en nutrición.