Confebask manifestó, en una nota de prensa, su "condena y repulsa por el atentado frustrado" y se solidarizó con todos los empresarios que, "pese al chantaje, la extorsión y las amenazas, mantienen su compromiso con la gran labor social que representa la creación de riqueza y empleo".

El empresariado vasco se muestra convencido de que el principal enemigo de la inversión es el miedo y la incertidumbre. Por ello, ven especialmente grave e injustificable que en situaciones de profunda crisis "haa quien se empeñe en seguir destruyendo lo que hemos conseguido entre todos con voluntad, esfuerzo y sacrificio".

Critican las acciones y los métodos de unos "iluminados que dicen defender los derechos de Euskadi", métodos que califican de "cobardía, irracionalidad y sinrazón". "La carta bomba, el tiro en la nuca o la amenaza anónima son sólo el reflejo de su pobreza de argumentos y de su incapacidad para convivir en una sociedad libre y democrática", dicen los empresarios en el comunicado.

Finalente destacaron que cada vez que un empresario se va o una fábrica se cierra "todos salimos perdiendo, y los únicos responsables de ello son una minoría irrelevante que sólo persigue la ruina y destrucción de nuestro pueblo".

Por su parte, la fundación de empresarios Gohierriko Herrian Ekintza (Acción de los pueblos del Gohierri) también emitió un comunicado de condena ante este atentado fallido.

Precisamente en el Gohierri es donde Juan Antonio Arruabarrena tiene instalada una parte de su empres de pastas, donde permanecen unos 20 empleados, mientras que el resto se trasladaron, junto a la empresa, a la localidad zaragozana de Pina de Ebro, después de llegar a un acuerdo.