En su discurso, que fue leído por el académico de la Real Academia de la Lengua de Cuba, Lizardo Otero, la poetisa destacó que "unir el nombre de Cervantes al mío, de la manera que sea, es tan grande para mí que no sabría que hacer para merecerlo, ni que decir para expresarlo".

Dulce María Loynaz recordó en su discurso una anécdota de su padre, el general Enrique Loynaz del Castillo, quien durante la campaña de 1895, cuando él y sus hombres se perdieron en el bosque, a lectura de "El Quijote" de Cervantes, les proporcionó un motivo de hilaridad y la solución para salir bien parados.

El ministro de Cultura, Jordi Sole Tura, recordó la manera en que Juan Ramón Jiménez, describió a Dulce María Loynaz cuando la conoció en su residencia de La Habana: "Dulce María, jentil marfilería cortada en lijera forma femenina entre gótica y sobrerrealista, con lentes de oro de cadenilla a la oreja, ojitos de mariposa detrás y, en la sonrisa, un diente gris, como una perla".

Pr su parte, su majestad el rey don Juan Carlos mostró su satisfacción por entregar el segundo premio Cervantes que recae en un autor cubano, después de haber sido galardonado Alejo Carpentier, y aseguró que la poetisa "ha sabido transmitir en versos luminosos y trémulos el contrapunto poético de un delicado universo interior".

Dulce María Loynaz escuchó sentada los discursos que compusieron la ceremonia y a la salida debió trasladarse en una silla de ruedas, acompañada de familiares y amigos hacia el entro del claustro de la Universidad de Alcalá de Henares, donde fue recibida por la tuna estudiantil de esta universidad que le cantó la habanera "Cuando salió de Cuba" y "La Blanca Paloma".