Hace un año, el empresario estafado recibió la visita de un hombre que se ofrecía para trabajar como comercial en el extranjero, para lo cual le hizo un pedido de 4.000 euros y pagó en efectivo.

Meses más tarde, el mismo individuo regresó acompañado de otras dos personas interesadas en hacer un nuevo pedido de unos 20.000 pares de zapatos para venderlos en Camerún, por valor de 492.000 euros.

En el momento de efectuar el pago, los tres compradores, de rigen camerunés, mancionaron la existencia de un pequeño problema: el dinero procedía de una ayuda de la Unión Europea y, por seguridad, estaba impregnado de una sustancia, por lo que la apariencia de los billetes era totalmente blanca. Le explicaron que para que desapareciera este producto sólo había que ponerlo en contacto con un billete de curso legal y le hicieron una demostración.

Convencido de la veracidad de las explicaciones, el industrial pidió un crédito por importe de 492.000 euros y facilió a los compradores el dinero de curso legal. Durante toda una noche estuvieron realizando la operación, poniendo en contacto los supuestos billetes blancos con los de curso legal. Por la mañana, los estafadores se marcharon con la disculpa de que iban a descansar, y cuando la víctima se quiso dar cuenta ya habían huido con el dinero y la mercancía.