La medicina logró un avance gigantesco gracias al descubrimiento del titanio (noveno elemento más abundante en la corteza terreste) como material idóneo para el implante, que es capaz de coexistir sin problemas con los componentes naturales del organismo humano.

Gracias a este metal, un dedo seccionado puede ser sustituido, un maxilar reonstruido o una dentadura implantada totalmente. También los dientes artificiales pueden integrarse en el hueso de titanio, sin ningún rechazo.

La aplicación de la oseointegración puede ser ampliada en los próximos años y está siendo aplicada para resolver problemas auditivos y en maxilares destrozados por un accidente.

Hace 40 años el profesor Branemark estudiaba la microcirculación en el tejido óseo vivo por medio de cámaras ópticas de titanio, cuando descubrió que este metal se unía íntimament con estos tejidos.