La noche entera ha sido una enorme y continuad fiesta, donde miles de zaragozanos han desbordado las calles de la capital aragonesa. Ya desde el inicio del partido, 24.000 seguidores abarrotaron la plaza de toros de La Misericordia y el Pabellón Príncipe Felipe, donde se habían instalado pantallas gigantes para seguir el encuentro.

En París, desde primeras horas de la mañana, más de 17.000 aragoneses llegaban a bordo de autocares, trenes, vuelos charter y vehículos particulares. Pero los mil kilómetros que separan las ciudades gala y aragonesa paecían unidos anoche por un especial cordón umbilical saturado de una electrizante energía que estalló ante la chispa del genial gol de Nayim en el último minuto de la prórroga.

La volea del "morito", como se le conoce cariñosamente entre la afición, hizo enmudecer por un instante mágico a los zaragocistas, tanto a los que se habían desplazado a la capital gala como a los que habían permanecido junto al Ebro, bajo la protección directa de la Pilarica. El silencio del aliento contenido mientras el balóndescribía una parábola triunfal, dio paso a un rugido de gloria que estremeció no sólo el estadio francés, sino las calles zaragozanas.

A partir de ahí la alegría se extendió por la capital maña como una imparable marea que recaló en los habituales puntos de celebración de la Plaza de España y la Plaza Aragón, haciendo del Paseo de la Independencia que une a ambas un hervidero de color, calor y euforia. Por su parte, las fuerzas de seguridad ciudadana asistían también, con una discreta complacencia y anga ancha, a un júbilo en el que únicamente cabía el afán de disfrutar de un triunfo compartido.

Sólo a partir de las cuatro de la madrugada, las calles de la capital aragonesa fueron retomando una calma que volverá a trocarse en magia a la llegada del Zaragoza, prevista para las cuatro de esta tarde. Todo está ya dispuesto para recibir en olor de multitudes a los que ya se conoce como "héroes de París".